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experimentaba, y se mostraba muy agradecido, diciéndonos, que Dios nos pagaría tanta caridad como mostrábamos y teníamos con él. ~Muchas veces le dijimos que se quitara el hábito y la barba. Invariablemente nos contestaba: «No puedo, no puedo.~ Por f~n, un día cogió la tijera para cortarse la barba; vino con la tijera, y nue– vamente dijo: «No puedo, no puedo.» En nuestra casa se portó como verdadero religioso; hacía sus rezos particulares, y con nosotros rezaba el rosario todos los días, mandando a cada una de las cinco hijas de la casa que lo rezáramos delante, una cada dia, para ver si .sabíamos rezarle bien. Su trato era sencillo, amable, carifí.oso; pero al mismo tiempo, recatado y respetuoso, de tal suerte que cuanto se diga de él, en cuanto a bueno, es poco. Como predicador era inme– jorable; lo hacía admirablemente.» (Familia Cuervo, de Bocines.) <<Estando el padre Domitilo de Ayóo, Capuchino, preso en la igle– .sia de esta villa de Candás, fuí varias veces a la iglesia-prisión. El padre Domitilo fué detenido por el Frente Popular en Bocines, y traído con otros a esta iglesia de Candás. Gentes de la villa le pro– veyeron de todo lo nec·esario en cuanto a ropas y alimentos. El pri– mer día de su detención confesó a todos los que ya estaban detenidos, y él también se confesó con otro sefí.or sacerdote. El padre estaba .siempre muy animado y tranquilo, y procuraba tranquilizar y animar a los otros detenidos, preparándolos para la muerte.» (Covadonga Muñiz.) <<Conocí y traté íntimamente al reverendo padre Domitilo de Ayóo, religioso Capuchino del convento de Gijón, por haber sido lle– vado preso a la iglesia de Candás, en donde yo ya me encontraba, por orden del Comité de Guerra de los marxista.s. Muchas veces le ordenó el Comité de Guerra que se quitara el hábito y se afeitara la barba. Pero hasta últ.ima hora se neg.ó a ello. Y últimamente, dos o tres días antes de matarle, a la fuerza lo hizo. Siempre aparentaba mucha tranquilidad y estaba muy sereno. Como compafí.ero no podía ser mejor: alegre, jovial, comunicativo y muy complaciente. Como sacerdote y religioso no podía ser más bueno y más ejemplar. Siem– pre trataba de animar a los otros y cop.solarlos, dándoles esperanza de que se verían libres; y si no, si Dios así lo disponía, y era necesa– rio morir para salvar a Espafí.a, pues, muramos. También decía que si nos mataban íbamos al cielo. »Con frecuencia nos hablaba de Dios y de asuntos religiosos. Era· verdaderamente el jefe de todo movimtento religioso; no paraba de rezar, y hacía que también nosotros rezáramos. Me consta que Je mandaron coger una imagen para sacarla de la iglesia, como obliga– ron a otros presos. Me pa rece que se negó a ello; pero de esto no estoy muy seguro.» (Evaristo Rodr í guez Alvarez.) 266
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