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logia establecido en la ciudad de León, pues los incendiarios pren– dieron fuego a las puertas del salón adosado al convento. hecho que obligó a no pocos religiosos y estudtantes de la Comunidad a salir del sagrado recinto para proteger sus vidas. Entre los estudiantes, quedó en el convento el colista fray Domi.tUo de Ayóo, el cual, tocando ya al fin de los estudios eclesiásticos, fué ordenado de presbítero el 30 de mayo del ya citado 1931, siéndolo sus condiscípulos en el mes siguiente. «Cuando en el año de 1931 dijimos nuestra primera misa sus condiscípulos, tuvimos el honor de escucharle el sermón propio de tal acontecimiento., (Padre Begofta.) III Otro año más.-Muy caritativo.-Al convento de Mon– tehr;¡,no.-Desde éste al de Gijón. Después de la ordenación sacerdotal, siguieron los exámenes de cuarto año de Sagrada Teologia, ep los cuales el padre Domitilo ob– tuvo en todas las asignaturas y en conducta cuatro puntos o su– fragios, siendo cinco la clasificación máxima y cero la mínima. Luego debió permanecer un año más en el convento de León, para seguir el curso académico de la Elocuencia Sagxada, con el fin de prepararse más directamente al pleno despliegue de las preclaras cualidades con que le dotó el Señor para el ejercicio del apostolado de la palabra. Es indudable que poseía cualidades oratorias no comunes, como voz hermosa, sonora, llena, clara, bien timbrada, agradable; memoria fe– licísima, buena préparación científica y clásica, pnaginación bri– llante, facilidad para la composición, buena acc~ón en los ademanes, y tono siempre persuasivo. No es de extrañar, por lo mismo, que ya durante el estudio de la Elocuencia, le encargara sermones de compromiso el profesor, den– tro del convento, y que, aún estudiante de Teolog1a, predicara el sermón de primera misa, cuando la cantaron sus condiscípulos. «En los primeros días de mi larga enfermedad del pecho se pre– sentaron las hemotisis tan frecuentes y con tanta abundancia de sangre, que el estado de salud se hlzo alarmante, y se temió un fatal desenlace; por lo que el padre Guardián, aconsejado por el médico, creyó conveniente velarme por la noche. Po.ra ello se ofreció el padre Domitilo de Ayóo, entonces recién cantado misa. Le guardo profunda gratitud, porque era él quien organizaba la asistencica, y el que estuvo conmigo más tiempo en la celda atendiéndome. Cre– yendo inminente mi'lnuerte, se preocupó enseguida de la parte espi- 262
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