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Llegó, por fin, el 27 de noviembre del año .1936, señalado para una gran saca llevada a cabo en la cárcel de San Antón. A altas horas de la noche fueron llamados por ltsta hasta noventa deteni– dos. Entre los nombres pronunciados se oyó también el de José Pérez González; a todos los obligaron a bajar al rastro. Alli los cachearon, despojáronlos de lo poco que tenían·, de tal manera que, como el siervo de Dios usaba gafas, hasta sobre ellas ejercieron la rapiña. Luego los ataron, subiéndolos después a varios camiones para con– ducirlos al lug.ar del sacrificio. El padre Ramiro marchaba sereno. El hermano le vió ya can las manos atadas a la espalda; le dirigió una mirada de despedida y una sonrisa de ángel o de predestinado para ceñir la corona del martirio. Llegados a Paracuellos del Jara– ma en la madrugada del 27 de noviembre, allí fueron sacrüicados, segados por ametalladoras y enterrados en fosas comunes abiertas por otros presos de derechas. Así terminó el doloroso calvario del bueno, ejemplar, bondadoso, caritativo, mansisimo y humilde padre Ramiro, empezado el 20 de julio y terminado con el martirio el 27 de noviembre de 1936. El recuerdo de los justos no perece con la muerte, stno que con verdadera veneración se transmite de generación en generación, r·e– cordando los ejemplos de virtudes dejados a la posteridad y susci– tando la confianza en su valiosa intercesión ante el Sefior. Algo de esto ha sucedido con el padre Ramio. Parece que alguno de los mandarines de la cárcel se lamentaba de que le hubieran asesinado nada menos que por equivocación y por un imperattvo de los rusos, derramando lágrimas de cocodrilo ante los despojos de su presa. Pero la sentencia de condenación a picadillo fué pronunciada por el tribunal popular por su valiente confesión de religioso, hecha hasta tres veces en que fué preguntado. Su detención fué también porque era religioso. Y, por último, afeando el cufiado del siervo de Dios a uno de los que le prendieron, que le hubieran matado, el cual ~ra paisano del padre, contestó: «Date por sattsfecho que hayan peg.ado al fraile cuatro tiros y haber quedado vosotros libres., Muchas son las personas que con fe y confianza se encomiendan al padre Ramiro, asegurando que han alcanzado gracias por su in– tercesión. Para satisfacción de los lectores relato algunas. Sobre últimos del mes de junio de 1954, se disponía el sefior Vi– cente Pérez Medina, padre de fray Ramiro de Sobradillo, a limp~ar un pajar de su propiedad, con el fin de tenerlo preparado para depo– sitar en él la nueva cosecha, ya próxima. Enterada su esposa del proyecto ideado por el sefior Vicente, le expone razonadamente que es inás urgente lavar unas tinajas de vino que días antes habían sido desocupadas al verificarse el trasiego de dicho líquido, y compren- 253

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