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eran; pero José se distinguió especialmente por su humildad y obe– diencia. !Para ir a la iglesia nunca hubo necestdad de mandárselo ; él iba sin más. Todas las noches se rezaba ~1 santo rosario en casa,. y para este devoto ejercicio tampoco hubo necesidad de mandarle; antes bien, si alguna vez por casualidad se olvidaba la madre, era José quien decía: «Madre, que no hemos rezado el rosario., Contaba el siervo de Dios siete años, cuando a consecuencia de un resfriamiento, por una mojadura que le sorprendió pastoreando los .ganados de sus padres, quedó completamente baldado de medio cuerpo abajo, experimentando agudísimos e ininterrumpidos dolo– ·res. Esta paralización duró más de un año. Le visitaron varios médi– cos, quienes le recetaron me<4cinas; pero nada mejoró. Durante la enfermedad le compraron unos zapatos, mas el méd~co de cabecera dijo a la famU~a: "No romperá los zapatos,, queriendo manifestarles que no curaría. cViendo que los remedios humanos eran ineficaces-son pala– bras de sus progenitores-, acudimos a los divinos, y fué de la mane– ra siguiente: Se celebraba el 3 de mayo la fiesta de Jesús Nazareno en el pueblo de San Felices de Gallegos, a donde acudían todos los años devotos romeros. Por el año más o menos de mil novec~entos catorce, fueron también a la romería una hermana del padre del siervo de Dios y otra hermana de éste, llevándose dos prendas del padre Ramiro, una de vestir y otra de calzar, para tocarlas a la ima– gen del Nazareno, en la esperanza de que curarla. Toda la familia pMía a Dios la curación. »Regresaron de la peregrinación la tía y la hermana, colocaron sobre la cama del niño una de las prendas llevadas y le calzaron los calcetines, también tocados a la milagrosa imagen. y así se le dejó descansar, yendo asimismo los demás de la casa a dormtr. Había pa– sado más o menos como un cuarto de hora, cua:ndo se levantó el en– fermito de la cama, se fué donde estábamos sus padres y nos dijo: :.-Madre, encienda la luz, que ya estoy bueno. :.-Hijo-le dijimos-, tú estás soñando. :.-No; enciendan la luz, que ya estoy curado. »Y así fué. Todos, hasta el mismo médico del pueblo, lo atribui– mos a un verdadero milagro del Nazareno. Por eso, agradecidos, fui– mos a darle gracias en su santuario y a aplicar una misa en acción de gracias.:. Cuando el excelentísimo señor Obispo diocesano giró la visita canónica a la villa de Sobradtilo y se enteró del prodigioso hecho referido, parece que insinuó la conveniencia de que José fuera al Seminario Conciliar de Ciudad Rodrigo, indudablemente para que se hiciera sacerdote secular. Pero el Señor, en sus adorables juicios, 238
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