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el tiroteo de las turbas; que, entre otros ruidos, llamaban muchísimo al timbre. Los padres dieron la sagrada comunión a los niños, que se arrodillaron para recibir la absolución y en seguida la sagrada comun~ón ... Me parece que nos dijo el padre que habían estado tres noches (cuatro) y dos dias (tres) en la prisión; que sufrieron muchí– simo, pues dormir era imposible; que era lugar inmundo, casi os– curo; que estaban de pie, pues ni sentarse podían. De alimento les daban un poco de arroz después de las dos de la tarde. Que eran varios los que se ponían locos, y algunas veces a altas horas de la noche empezaban a gritar y tenían que ir a sacarlos. :.El 25 de julio, después de registrarlos les dieron libertad. Los primeros días que se cobijó en la casa el padre, estaba casi siempre encerrado y a oscuras en su habitación, y la señora de la casa nos decía que estaba preocupada que le pasara algo de tanto dormir. Mas como el pobrecillo había pasado tanto tiempo en la cárcel sin poder do:mir, no era extraño. :.Pasados los primeros dias se venia algunos ratos con nosotras, que solíamos estar en una pieza haciendo labor. Nos Mlimaba a su– frir, a tener confianza en Dios, y si El quería nuestras vidas, dárse– las con gusto por Espafia. :.Cuando oía decir a las señoras de aquella familia que regis– traban las casas y las cosas se ponían peor, se encerraba en su ha– bitación varias horas a oscuras. Cuando se venía de nuevo con nosotras, le preguntábamos si había estado durmiendo; nos contes– taba que había estado orando. Al día siguiente de ir a esa casa cele– bró la santa misa; era un domingo, y la señorita de la casa mandó a las criadas avisar a personas conocidas, y hubo mucha gente, entre la cual había varias criadas de los di.sttntos pisos de la casa. Ese dia comulgamos por última vez, pues pasados algunos días ya escondie– ron el confesonario y disimularon la capilla. También confesó el pa– dre a algunas personas. »El mismo dia que habia celebrado misa nos dijo la señora que había subido el portero, que era comunista, a decir que toda la ve– cindad se había enterado que había habido misa, y que era compro– metedor. Ya todos nos quedamos temiendo algo, pues una de las cr!adas era comunista. Pero los d1as pasaban, y parece que nada sucedía, hasta que el padre propuso celebrar de nuevo el día de San Joaquin, que era el santo de la seftora, para obsequiarla de este modo, satisfaciendo su deseo de celebrar. Nosotras también lo pe– díamos para poder comulgar. Pero dijeron que era imposible hacerlo sin que se ·enterase la tal criada comuniSta; y aunque propusimos que podría ser de noche muy temprano, como había que preparar la capilla antes, no hubo medio, y tuvimos que resignarnos. 213
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