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ciente de su responsabutdad ante el peligro, primeramente cae de rodillas ante el Santísimo Cristo de El Pardo; luego marcha animo– so a la portería, y ya desde entonces, exponiéndose a ser liquidadO' inmediatamente por semejante jauría de chacales humanos sedien– tos de sangre, abre la puerta, cae de rodillas ante el comamdante de la Guardia Civilt jefe de aquella pandilla de ladrones y asesinos;.. humilde y suplicante, pero con enVidiable serenidad le pide dos co– sas: La primera, que no hagan daño alguno a las personas, y espe– cialmente a los nifios. Y la segunda, que no destrocen la iglesia, el convento y los enseres de los mismos. A continuación le prometió el <:omandante que no les harian daño alg.uno, pero la chusma comu– nista entró y se apoderaron del convento. Extremando el siervo de Dios la prudencia y la caridad para con los religiosos, repartló a cada uno de ellos cincuenta pesetas, y de seguro que él no se quedó con más, porque el convento de El Pardo ha vivido siempre de la caridad y de la ayuda que eficazmente le prestan los Superiores provinciales. Los comunistas se apoderaron de los nifios del Colegio y los ne– varon al orfamato del pueblo. Luego condujeron también a los reli– giosos, después de haberlos alineado frente al edificio con ánimo de rematarlos a todos alU mismo, a io cual se opusieron los de El Pardo. Mas en orden a los insultos y vejaciones hicieron coro con los llegados de Madrid. En el orfanato eran constantemente insultados, llevándolos des– pués a los calabozos de los <:uarteles de Transmisiones, en donde,. con razón, pensaron que había llegado para ellos la última hora, ya que además de las constantes amenazas captaron las siguientes pa– labras que un comunista decía a otro: «¿No sabes que a éstos ya no les hace falta nada? ¿Adónde crees que los vamos a llevar esta no– che?:t El padre Alejandro fué padre para todos en aquella suprema ocasión. Ni por un instante abdicó de su deber y de su función, acon– sejando, alentando, haciéndoles ver que no seria duro ser mártires de Jesucristo si El quería <:oncederles tal honor. Dió la absolución. sacramental a todos los religiosos, y como preparaclón más inme– diata para morir les leyó la pasión de Nuestro Señor Jesucristo, se– gún San Juan. En seguida les impartió los últimos consejos, entre los cuales reiteró el que mil veces había dado, de no meterse en po– litica. (P~dre Ludovico de Pesquera.) «Después de las angustias mortales, de las incomodidades y ham– bre soportados en el orfanato y en el cuartel de Transmisiones, el' siervo de n¡os, con todos los otros religiosos del convento de El Par– do, fué trasladado a la Dirección General de Seguridad de Madrid. Alli fué fichado como todos sus quendos súbditos, consignando va- 210
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