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críticos como fueron los últimos dias de julio del 36. De este aserto da testimonio un compañero de estudios y súbdito suyo en aquel amargo período. Fué, dice dicho religioso, Supertor de El Pardo en condiciones social y económicamente difíciles. Yo hablaba frecuen– temente con él de estas dificultades, y alguna vez ponderaba yo, -quizá con menos fe que él, los asuntos serios de cada momento. Ja– más le vi seriamente inquieto, y siempre le oia decir éstas o pareci– das expresiones: «Padre, tenga fe; padre, confiemos en Dios. De muchos y mayores apuros nos ha sacado. También nos sacará de los presentes.:t (Padre CaUxto de Escalante.) V Los comunistas, en El Pardo.- Actitud del siervo de Dios ante el peligro.-De rodillas ante el mandamás.-Al or– fanato del pueblo.-A los cuarteles de Transmisiones.- En la Dirección General de Seguridad. En las lineas biográficas trazadas sobre el siervo de Dios padre Gregorio de La Mata quedan dibujados los rasgos principales de la 'Odisea de los religiosos que el 21 de julio de 1936 moraban pac1fi– .camente en el real convento de El Pardo cuando los comunistas disparaban las armas de fuego en torno del edificio y llamaban fu– riosamente otros a la puerta de entrada y a la 1glesia. Por eso huel– ga repetirlo ahora nuevamente. Pero como el padre Alejandro era el Superior, sobre él pesaba grave responsabilidad en orden a los .súbditos y esp-ecialmente a los niños del Seminario Seráfico. Su comportamiento fué el que correspondía al buen pastor dispuesto a -dar la vida por sus ovejas. Los comunistas asaltantes eran, unos del pueblo de El Pardo, que ·conocían perfectamente la vida de los religiosos: ordenada, deveta, .consagrada a 1a oración, al estudio y al trabajo, sin jamás meterse con nadie ni causar dafio alguno a 1ninguna persona. Los otros co– munistas eran de Madrid, gente sang.uinaria, perseguidores de víc– timas inocentes, asesinos vulgares, ladrones de oficio, que buscaban no más que saciar sus apetitos de destrucción y de muerte, esfor– zándose por borrar cuanto significaba conocimiento y servicio de Dios. Los primeros intentaban arrojar a los religiosos de la mansión de paz, y que se arreglaran como pudieran. Los de Madrid preten– ·dían, ante todo, el martirio 'inmediato de los religioso.~. Fortalecido -él padre A1ejandro por la virtud de lo alto y cons- 209 14
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