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XI Rresagios de muerte. El día 28 de dictembre de 1936 estuvo en mi casa; la última vez que le vi; me pidió una estampa de la Virgen Santisima del Sagrado c orazón; esta estampa la llevó él en su bolsillo cerca del corazón, y prueba de ello es que después de su muerte, me la entregó un re– ligioso como reliquia. Pues se encontraba atravesada esta estampa por una bala y ensangrentada la cara de la Virgen y el Nifio. Creo que merced a esta estampa que tuvo el siervo de Dios, he recibido fa– vores extraordinarios, como curar de un fuerte dolor de oídos. Des– pués de recibtr la estampa me anunció su muerte, y hasta me dijo que estaba preparado para el martirio, y que había de ser dentro de muy poco, anunciando el lugar de su martirio, que era la carretera de Berria. Y me animó al verme tan apenada y triste, diciéndome que mi purgatorio sería cortito, porque él desde el cielo velaría por mi.. El día 28, después de haber desayunado conmigo, volvió a la Cagioja.» (Julia Chautón de Ballesteros.) «El mismo día 29 tuvo presentimiento de que algo iba a pasar. Al preguntarle por la noche, que tenía la cabeza apoyada en las manost si tenía suefio, me contestó: «Suefio no tengo, sino una pesadilla, como si me fuera a pasar algo; pero alabado sea Dios.:. Y entonces yo le dije: «Vamos a rezar el rosario.• Nos dirigimos entonces a la habitación donde teníamos el altar en que celebraba la santa misa y empezamos a rezar el rosario., ( Joseta Rodríguez de Navarro.) XII Da la vida por sus ovejas. El padre Miguel, según ya ha visto el lector, podía fácilmente haberse ido a BUbao como lo hicieron otros religiosos, y como se lo aconsejaron personas piadosas amigas, en donde le hubiera sido fácil librarse de la muerte, pero no lo consintió por no abandonar a los estudia.ntes. Como buen pastor, debía dar la vida por sus ovejas. «Varias personas amigas se acercaron al padre Miguel para de– cirle: «Su vida está en peligro; huya usted a Bilbao.» El respondía: «No debo huflr; no puedo dejar abandonados a los religiosos jóvenes, y, como buen pastor, tengo que correr la suerte de mis ovejas.» Y, por 191
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