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VI Ejemplar de virtudes. El siervo de Dios se distinguió durante su vida sacerdotal por la práctica de todas las virtudes, sobresaliendo en la observancia re– gular, en el espíritu de oración, en la devoción siempre creciente, a la Divina Eucaristía y a la Santísima Virgen. También se dedicó asi– duamente a la práctica de la mortificación interior y exterior. Siempre se comportó c.omo perfecto religioso, asistiendo con puntualidad a los actos comunes, sin dispensarse de ayunos, ni especializarse en ali– mentos, ni vestidos. Con edificación de los estudiantes asistía a horas de oración de que estaba dispensado por su cargo de Lector. Después de las últimas oraciones vespertinas de la Comunidad, se quedaba habituamente largo rato ante el Santísimo Sacramento. La Eucaris– tía era su vida. «Siempre noté en él sing.ular constancia en el ejercicio de las vir– tudes, sobre todo, de la humildad y espíritu de penitencia. En cuanto a la humildad, durante el tiempo que le asistí como ayudante, me pidió que le corrigiera sus defectos siempre que los advirtiera, y alguna vez de hecho lo htce, admirando la humildad con que la re– cibía. En relación con su espíritu de penitecia, me dí cuenta que usaba tres cilieios; uno en un brazo; otro, ordinario, en el muslo, y un tereero, bastante más ancho, en la cintura. También se dU¡ciplína– ba además de los días en que lo hacia la Comunidad, particularmente los sábados y vísperas de fiesta, en la espalda, con unas disciplinas de nervios de violin. Su devoción a la Eucaristía y a la Santísima Vir– gen: En la celebraci.ón de la Santa Misa parecía absorto, y recuerdo de un modo especial el arrobamiento· en el sup1lices te rogamus y en el beso que a contiuación daba en el altar. No perdía ocastón para insinuar esta devoción a la Eucari.stía... De la devoción a la Santísima Virgen era sefial el entusiasmo e interés que tenía en la celebración de sus fiestas, buscando siempre alguna circunstancia especial que pudiera despertar en los estudiantes el entusiasmo y el fervor hacia la Virgen Maria.>> (Padre Angel de Sanzoles.) «Recuerdo haberle oído esta expresión, que me quedó muy gra– bada: «Quisiera que los dedos con que celebro la Santa Misa, fueran postizos, para quitarlos después del Santo Sacrificio y no tener que emplearlos en otros usos.» (Padre Máximo de Villabasta.) Ante el Sagrario consumía los ratos libres del poco tiempo que le permitían sus sagrados deberes; y las conferencias eucarísticas de los días de retiro enardecían el corazón de los estudiantes. Llevado 185

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