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dote, y al padre Ambrosio le d!jeron: «Y tú también, que tienes cara de cura.» En aquel momento me pidi.ó a mí la a:bsolución y se la dí. Al subir- por la escalera se vol'lló hacia nosotros hacia la mitad de ella, nos hizo una inclinación, y levantando la mano trazó la señal de la cruz, que pienso que era la absolución para nosotros.» (Pres– bitero Gaspar Muñoz.) VIII Al cementerio de Ciriego.-Exhumación e identificación del cadáver.-Homenajes póstumos El Santander rojo no se sintió saciado de sangre humana hasta tanto que contempló ciento sesenta cadáveres sobre la cubierta del Alfonso Pérez, a qutenes los perseguidores habían arrancado violen– tamente la vida. Ese mismo día, a las doce de la noche, vinieron los milicianos y dijeron a los supervivientes del barco: «No os asustéis; queremos voluntarios para hacer una obra de caridad: llevar los fiambres a Ciriego.» Se referían a los ciento sesenta cadáveres que había en la cubierta del barco. !Por los que fueron a enterrarlos se supo que los habían enterrado en fosa común. Entre ellos fué el del padre Ambrosio. · Librada la ciudad de Santander por los nacionales, se pensó en exhumar los cadáveres a fines de diciembre del año 1939, tercer ani– versario de su asesinato. El excelentísimo Ayuntamiento se ofreció a sufr~ar los gastos de exhumación e inhumación definitiva de to– dos los sacrificados y enterrados en fosa común en el cementerio de Cilieg.o (Santander). Desenterrados los cadáve·res, fueron coloca– dos en la cripta del mismo cementerio para que los deudos de las víctimas pudieran reconocer a sus seres queridos. <<Yo, con mi amigo César Hermosilla Aizcorbe, compañero de prisión mio y del padre Ambrosio, y con dos padres Capuchinos, nos trasladamos a la refe– rida c·ripta para ver si podíamos reconocer el cadáver del padre Ambrosio. Y nosotros dos, es decir, César y yo, le reconocimos por los zapatos que aún tenía en los pies; los mismos que calzaba en el barco-cárcel Alfonso Pérez.» (Julio Pereda Avendaño.) «Enterrado el padre Ambrosio con otros asesinados en una fosa común en las primeras horas del día 28 de diciembre de 1936 en el cementerio de Ciriego, terminada la guerra se pensó en desenterrar– los para darles sepultura más honrosa, ofreciéndose el Ayuntamiento a sufragar todos los gastos. Con las debidas precauciones, en los
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