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>dentro... He de decir que cuando dijeron que ventan los rojos a matarnos, el padre Ambrosio nos dijo en voz alta: cQue nos prepa– rásemos, que nos iba a dar la absolucióm, y nos la dió., (Presbítero Gaspar Muñoz.) Vli Por tener cara de cura.-Martirizado. A.si como los animales feroces se enfurecen más a la vista de .sangre, así .también la fiera humana de Santander, en la indicada .fecha, sacrificó muchas víctimas del Alfonso Pérez y, entre otras, al siervo de Dios padre Ambrosio de Santibáñez, por tener cara de cura. Valga el irrecusable testimonio de unos cuantos de los deteni– dos que pudieron en aquella matanza general salvar la vida. «Percatados los asesinos de la ineficacia de las bombas, tendie– ron una escalera y empezaron a mandar subir arbitrariamente a los detenidos. para asesinarlos sobre cubierta. Los designados subían, e inmediatamente ·caían exánimes, muertos a balazos. Se dió el caso repetido por los milicianos de decir: «Tú que tienes cara de sacer– dote, arriba.» En uno de estos casos en que pronunciaron estas pala– bras sobre un detenido, él exclamó: «Que no soy sacerdote; soy casado y tengo htjos, , y en consecuencia no le mandaron subir y no le mataron. A su tiempo también se fijó alguno en el padre Ambro– sio, y le dijo: «Tú q:ue tienes calra de cura, arriba también." Oí per– fectamente estas palabras. Y el padre Ambrosio, resuelto, sin titu– bear, sin protestar, sin negar que era sacerdote, subió animoso por la escalera, y ya en la cubierta, sonaron los tiros con que le dieron la muerte.» (César Hermosilla Aizcorbe.) «Demostnaba mucha serenidad y paciencia en su cautiverio, y sobre todo a la hora del martirio, pues se encontraba a mi lado iz– quierdo, en la fila que hablan mandado hacer aquellos criminales. Yo le veía con la vista baja y moviendo los labios, como si estuviera -encomendándose al Señor, cuando viene ante nosotros un malvado. con cara criminal, que metia y daba horror el verle, y parándose ante él le dijo: «Tú que tienes cara de cura, sube ar'riba, , que era a la cubierta del barco, donde los mataban. El, haciendo con la cabeza una inclinación ante nosotros, en demostración de despedida, subió por la escalera con toda entereza, a recibir el tiro de la muerte. An– tes de estos críticos momentos estuvo absolviendo a todos cuantos pudimos arrodillamos ante él, arrepentidos de nuestros pecados, y nos alentaba con sus consejos a recibir la muerte (si nos llegaba en 170

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