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nes nacionales, que bombardearon por doquier objetivos militares de los rojos, hicieron una visita el dia 27 de diciembre del 36 a la ciudad de Santander, Y descargaron sobre la estación del ferrocarril y otros depósitos de armas doloroso ca11gamento de liberación. Para los dignisimos presos del Alfonso Pérez, el trémulo ronquido de los pájaros de la muerte fué, en los primeros momentos, un alivio, pol"– que pensaron que les traían el mensaje ansiado de la libertad; pero se engañaron, seg.ún inmediatamente verá el lector al clavar su mi– rada en la relación de algunos de los supervivientes de aquella hecatombe. «Cuando el 27 de diciembre bombardearon los nacionales los ob– jetivos ~litares de Santander, la fiera humana gritó: cA matar a todos los del barco:., y arrojaron las primeras bombas a nuestra bo– dega-cárcel: el padre Ambrosio y otros de nosotros se pusieron a reconciliar a los detenidos y a prepararlos para bien morir., (Pres– bítero Angel Fernández Li(J,ño.) «En este día (de la matanza) el padre Ambrosio desplegó toda su actividad confesando por los distintos rincones de la bodega a varios. que le pidieron oírlos en confeslón.» (Presbítero Victoriano Morante. Vélez.) «Bombardeada la ciudad de Santander por los aviones nacionales, rugió como fiera el populacho, gritando: cAl barco, al barco de los presos. Hay que matarlos a todos; que ninguno quede con vida.» Y hacia el barco A.lfonso Pérez marcharon en ingente muchedum– bre. Entonces em}Jezaron los milicianos a arrojar bombas. Nosotros nos parapetamos cada uno como pudimos, no muriendo ninguno.:. (Césa.r Hermosilla Aizcorbe.) Cuando el 27 de diciembre del refer.ido año 1936 los Ejércitos nacionales del Aire bombardearon la ciudad de Santander, y la chus– ma, enloquecida, pedia la muerte de los detenidos en el barco Alfonso Pérez, yo me encontraba delicado en la enfermería, y supo– niendo que había llegado nuestra última hora, todos los enfermos caímos de rodillas y rezamos el acto de contrición. Al poco tiempo nos mandaron a los de la enfermería salir sobre cubierta, y enfila– dos, iban a fusilarnos; pero no lo hicieron y otra vez nos llevaron a la enfermería. Lueg.o, sobre cubierta, y en seguida a nuestra bo– dega número 4, cuando ya habían sacado a vanos y estaban tendidos los cadáveres sobre cubierta., (Julio Pereda Avendaño.) El 27 de diciembre de 1936, después de un bombardeo de los na– cionales, se oyó en el barco que los rojos venían a matarnos y a. hundir el barco. Los rojos tiraron unas bombaSJ a la bodega núme– ro 4, que era donde estábamos nosotros. Nosotros nos escondimos 169.
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