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que él tocaba siempre con gran consideración y respeto. Ignoro las prácticas piadosas que él hiciera en estos tiempos. Pero, desde lueg.o, tomaba las cosas de la religión muy en serio, como lo demuestra el hecho siguiente: Estando rezando una vez con él el rosario en la iglesia de los Capuchinos, el hermano que le guiaba omitió una o dos avemarías en un misterio, y él se hizo cargo en seguida, 'tratando de que fueran suplidas. Recuerdo que él usaba el rosario en sus ma– nos. Otra vez que asistíamos a una ceremonia religiosa en la cual estaba su majestad Alfonso XIII, él me hizo fijar cómo al pasar su majestad por delante del altar mayor hizo la genuflexión y se .santiguó; y he de hacer notar que cuando me decía esto mantfes– taba por ello clara satisfacci61:u «Frecuentaba la casa de mis padres desde que era estudiante de Derecho, y era pupilo de un matrimonio sin hijos, el ordenanza del Banco de Españ.a llamado Juan, y su mujer, Carlota, que le tenían de huésped para ayudarse. Charlaba con mi padre de «sus cosas y dificultades» y pasaba muchos y largos ratos en casa, donde se le trataba con confianza. Seguramente era alli su parada en sus fre– cuentes visitas a la iglesia de los padres. Se divertia con los niñ.os , nosotros, que andábamos siempre jugando por alli. A mi hermano, que por estar continuamente en Jesús había pronto aprendido a ayudar a misa, le corregía muy serio los disparates de su latin, e instaba a mi padre para que le mandase al Colegio de Lecároz. A mi, que era muy pequeñita, me hacia el caballito sobre sus rodillas., y tengo vaga idea de que me enseñ.ó a sumar con caramelos.» (Inés González Torreblanca.) Cumplidos los diciocho añ.os, siempre practicó los santos ejer– cicios cerrados en alguna casa religiosa, ordinariamente durante la Semana Santa, práctica que mantuvo hasta su ingreso en los Ca– puchinos, es decir, por espacio de seis años. Son hermosas las reso– luciones de cada día, las mortificaciones, las jaculatorias y las máximas. Para edificación de los devotos lectores copiamos al azar algunas de ellas. «Resoluc1ones y propósitos que yo, Eugenio, indigno esclavo vuestro, ¡oh Jesús mio!, os ofrezco en los días de ejercicios de 1892 .-Resolución : Hago la resolución de que, a imitación de Jesús, mi corazón sea todo de Dios y no tenga más voluntad que la suya.-Mortiticación : Hoy no tomaré dulce ni fruta.-Jaculato– ria : ¡Oh Jesús mi amor!, yo te ofrezco mi corazón; haz que sea todo tuyo. ¡Oh María!, dulce Madre mia, haz que sea todo tuyo Yde Jesús.-Máxima: Aprendí en la meditación de este día: Si ahora. ¡oh, hijo mio, sientes dulzura y consuelo en el servicio de Jesús!, ¿qué tal será cuando del todo te consagres a mi? ¿Y me dejarás, hijo mío? ¿Abandonarás tu vocación? No, Jesús de mi alma; ayudado de 136

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