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encontrándose éste en la Residencia y convento de Nuestro Padre Jesús de Medinaceli, en Madrid, así como el haber escuchado en varias ocasiones su palabra en la cátedra sagrada, en la que, dicho sea de paso, causó siempre en los fieles una profunda admiración por su dialéctica docta y convincente en cuantos puntos eran por él examinados y tratados en materia y asuntos religiosos.» Este cua– dro, a grandes pinceladas, nos presenta del padre José Maria de Manila, empezando desde su niñez, un condiscípulo suyo de aquella prim·era época de la vida. (Mcurio Pintos Leby.) II Viaje a España.-La carrera de Zeyes.-Su vida de estu– diante.-Ejercicios esp'flrituales cerrados.-Meditaci ones y propósitos. No ha sido posible averiguar si el joven Saz-Orozco terminó todo el bachillerato en Manila o si estudió el último afio en Madrid. Lo que sí es cierto es que vino a Españ.a, y al parecer antes que sus padres, tal vez bajo 1:¡ tutela de una tía suya piadosa. Y digo tal vez, porque consta por documento cierto, que más adelante verá el lector, que durante los estudios superiores esta:ba hospedado· en casa de un honesto matrimonio, viviendo allí de pupilo. En España inició la carrera de leyes, que no llegó a terminar, posiblemente porque sus aspir!Vciones no eran, ciertamente, las de brUlar en el foro o en la tribuna ostentando la toga de magistrado, sino el humilde sayal franciscano. Lo cierto es que su vida de estu– diante se distinguió por su .sólida piedad y costumbres morales y cristianas, lo mismo que lo habían ·&ido durante el estudio del ba– chillerato. Condiscípulos y personas que le conocieron y le trataron en aquella época así lo aseguran. <<He conocido y tratado al siervo de Dios fray José María de Manila porque hicimos juntos en esta Un~versidad de Madrid la carrera de Derecho y fuimos amigos, de tal suerte que nos citába– mos algunas veces para pasar juntos la tarde, cuando nuestros es– tudios nos lo permitían. Además, él me contó sus propósitos de en– trar en la Orden Capuchina, y una vez ingresado, yo le sigui tratan– do, aunque menos... Siempre desta·có como estudiante ejemplar, no sólo ya porque era muy estudioso, sino también porque era modelo en toda su manera de conducirse. Recuerdo que cuando saliamos juntos jamás tocaba una conversación menos correcta, y que mu– chas veces terciaban en sus palabras asuntos de carácter reHgioso, 135
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