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posible expedir un documento oficial por escrito sobre el mismo. Manila, 4 de febrero de 1957.-(L. S.). Ilustrísimo monseñor José N. Jovellanos. P. A. Vicario general de Manila., Desde luego que hubiera sido grato encontrar la solicttada partida, y por hallarla hicimos repetidas gestiones. Pero necesaria para el futuro no es, porque en la dísciplina contemporánea de la I glesia a $gún aspirante a religioso se admite sin presentar previamente la partida de bautiSmo. Se da, por consiguiente, como cosa cierta el bautismo del niño Eug-enio Saz-Orozco. En su ciudad natal estudió las primeras letras, frecuentando el Colegio de San Juan de Letrán, donde seguidamente curso tres años de bachillerato (años 1893-1896), dístinguiéndose por su aplicación al estudio ya desde la niñez y primera juventud. «Durante la edad de diez a los trece años (1893-1896) fui condiscípulo en los estudto.s de bachillerato, cursados en el Colegio de San Juan de Letrán de la ciudad de Manila, del que luego, y en el transcurso del tiempo, ad– quirió la dignidad sacerdotal en la noble profesión religiosa y pre– clara Orden de padres Capuchinos, reverendo padre José María de Manila. Durante el citado tiempo de mi juventud, en que pude hon– rarme con tan singular amtstad y compañero de estudios del citado padre José Maria de Manila (que Dios tenga en su gloria), hube de apreciar constantemente sus especiales condiciones de angelical bon– dad, íntimos y sinceros sentimientos de la más pura y firme relig.io – sidad que, unidos a un apacible carácter y señalada conformidad en todo, prefiriendo siempr-e a los ratos de descanso y diversiones infantiles la estancia de dulce reposo y oración en la capilla de nuestro Colegio, le hicieron destacarse entre sus compañeros como el prototipo del muchacho bueno y cariñoso, con atisbos entonces de ser llamado, quizá un d1a, a ejercer la noble misión para la que luego fué designado por la suprema y divina Providencia. «Por los hechos y circunstanctas. anteriormente relatados puede decirse que mantuve con el citado padre José Maria de Ma.n.Ua lo que en el orden terreno se conoce con el nombre de íntima amistad, pudiendo apreciar en todo momento aquellas bellas cualidades de formación religiosa sólida y puros sentimientos cristianos que ador– naron siempre a los escogidos por Dios Nuestro Señor :para dejar en esta vida la estela de un glorioso mártir. Por lo que, transcurriendo el tiempo de nuestros años juveniles, y ya hacia el afio 1924 y en la población de Madrid, me fué conocido en su profesión religiosa, pre– sentado en la Resid-encia de los padres Dominicos por el vicerrector que fué de nuestro Colegio de San Juan de Letrán, de Manila, y después de aquella fecha tuve el gusto y la satisfacción de tratar en algunas ocasiones con el referido padre José Maria de Man'jJ.a, 134
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