BCCAP000000000000138ELEC

~:Por lo que pudiera pasar, varios de los detenidos aprovechamos aquella ocasión para confesarnos con el padre Gregorio, lo cual él hizo con toda entereza y dignidad, aconsejándonos que era hasta cierto punto un honor el morir como íbamos a morir nosotros por Dios Nuestro Sefíor. ~A las once de la noche de aquel mismo dia nos llamaron por lista a vanos, entre ellos al padre Gregorio, haciéndolo ya con el nombre de Quirino Diez; se nos recluy6 en una habitación aparte. De momento nada se nos dijo de nuestra suerte. Alli pasamos las restantes horas hasta la madrugada del 27, en que se presentaron varios milicianos debidamente a:rtmados y nos hicieron subir a un coche. En él se encontraban ya otros dos milicianos, también arma– dos de fusil, y el chófer, con un gran pistolón al cinto. Este coche, .seguido y escoltado por una camioneta abierta en la que iba un grupo de milicianos armados todos de fusil, emprendió luego la mar– cha, bajando por la calle del Marqués de Riscal hacia la Castellana. En los primeros momentos todos creiamos que íbamos trasladados .a la Dirección General. de Seg.uridad; pero cuando llegamos a la Castellana vimos que el coche tomaba •rumbo hacia el Hi-pódromo y nos persuad~mos de que nos llevaban a fusilar. , Todos volvimos los ojos hacia el padre Gregorio, con nuestras miradas muy expresivas, más elocuentes que las palabras en aque– llos momentos de intensa emoción, le pedimos la absolución sacra– mental. Y el .Padre Gregorio, consciente también de lo que iba a .ocurrir dentro de no muchos i'Ilstantes, y consciente, por otra parte, de su deber como sacerdote, con voz muy baja, pero al mismo tiempo con gran entereza de ánimo, nos dijo las stguientes palabras: «Ha– gan un acto de contricción lo más fervoroso posible; pidan a Dios perdón de todos sus pecados, que voy a darles la absolución:. ... , y, sin que lo advirtiesen los milicianos, trazó seguidamente entre nos– .otros la señal de la cruz y pronunció las palabras sacramentales... >Al llegar al Hipódromo, el coche donde nos llevaban frenó v.i.o– lentamente, y los mi.J'i.cianos, fingiendo que habia ocurrido algún _percance que impedia seguir adelante, nos hicieron bajar a los de– tenidos y nos alinearon frente a un terraplén, enfocándonos con los faros de la camioneta, diciéndonos enérgicamente que no vol– viéramos la cabeza, pues si lo hacíamos nos pegarían un tiro. En aquel preciso momento volaron dos aviones. Su presencia descon– .certó a los milicianos, quienes, creyendo sin duda que eran nacio– nales, llenos de pánico, dispararon los fusiles contra nosotros por la espalda y a muy corta distancia; temiendo luego por sus vida.S, .Por si los aviones arrojaban alguna bomba, subieron precipitada– mente a los coches, sin detenerse a dar el tiro de gracia. 129 '9

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz