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tiempo en digresiones inútiles de todo punto, aj·enas al fin de la enseñ.anza. su método fué el de hacerse ama·r y respetar, sin infun– dir temor o encogimiento de ánimo en los alumnos. Por otra parte, piadoso como era, aprovechaba las ocasiones oportunas para sembrar en sus diScípulos la semilla de la vida devota. Uno de ellos dice que el siervo de D.ios fué buen profesor y se esforzó por cumplir siempre con el deber. Otro compañ.ero de noviciado, y más tarde viviendo en el mismo convento, traza del padre Gregorio este breve cuadro: «Recuerdo perfectamente que el maestro de novi·cios nos lo ponía como el mejor modelo que podíamos imttar, recalcando sobre todo su carácter de inocencia e ingenuidad infantil, de un lado, y de otro,. su delicadeza de conciencia, tanta que a veces rayaba en el escrú·– pulo... Fué profesor en la Orden, y siempre tuvo fama de reunir en elevado grado su capacidad como maestro y su observancia como reli.g.ioso, preciSamente en su cargo docente, sin que fuera vanidoso,. ambicioso o tarado de defectos semejantes.» Deseando los Superiores del siervo de Dios capacitarle más para. la enseñanza, le enviaron el curso de 1919-1920 al Colegio Interna– cional' de San Lorenzo ·de BrindiSi, de Roma, para que en la Uni– v<ersidad Gregoriana ampliara estudios filosóficos y de ciencias na– turales hasta el doctorado en Filosofía y Letras. Y allá fué el padre Gregario, cursando el primer año y obteniendo el •grado de bachi– ller. Pero los escrúpulos se acentuaron de tal manera, que daba pena asistirle a la celebración de la santa misa, especialmente en el mo– mento de la consagración, pues no obstante asegurarle el que le· ayudaba que había pronunciado perfectamente las palabras, jamás quedaba tranquilo, y a todo trance quería repetir la consagración, ni valian razones para convencerle de lo contrario. Este estado psi– cológico influyó mucho en la pérdtda de la salud, que siempre fué algo precaria, especialmente del aparato digestivo. No es, por con– siguiente, de extrañar que decayera de ánimo para seguir los estu– dios, bastantes duros, y que a veces se le encontrara llorando ante un problema difícil de matemáticas, teniendo que animarle, con– fortarle y ayudarle en su habitación a resolverle, con lo cual que– daba por el momento alentado, como pude personalmente compro– barlo en no pocas ocasiones 121
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