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esta otra: ~¿Quiere que se le despache de la Orden y se le envíe– a su casa?» Pero como, al parecer, el estudiante no era tampoco muy asustadizo, le respondió tranquilamente: «Ni V., padre, ni nadie me da a mí el traje de seglar; quiere que ande con la cabeza baja, pues andaré.» Y asi terminó el lance, pues el estudiante no vistló traje secular y, al correr de los años, dió misiones con el padre· Armellada, refiriendo él en una plática la ·dicha anéc-dota, para probar que tenía mal genio. (Padre Loren?-o de Quintanilla.) III Guardián.-Consiliario.-Instructor de hermanos.– Predicador. En el Capítulo Provincial celebrado en Bnbao el año de 1913 fué– nombrado el padre Ildefonso guardián del convento de Trevejo, re– gión apartada de la provincia de Cáceres, e instructor de hermanos legos; cumplido dicho oficjo fué trasladado al convento de Sala– manca con los cargos de vicat:i.o, consejero del Superior e instructor de hermanos, lo mismo que en San Martín d:e Trevejo. Desempeña– dos laudablemente estos empleos durante un trienio, otra vez es eleg.ido vicer·rector y profesor de latin ·en el Seminario Seráfico de El Pardo. El padre Ildefonso era buen latinista y practicaba con bastante asiduidad el adagio de que «la letra, con sangre entra». Por aquella época, en que tanto se sacrificaba por grabar en la mente de los jóvenes la lengua ciceron'i,ana, los pilluelos aspirantes a Ca– puchinos le endilgaron el gracioso sobre nombre de padre Machaca. (Padre Abel de Bilbao.) Era buen humanista, indudablemente, el siervo de Dios, y con verdadera vocación para la enseñanza, que resultaba agradable e instructiva, mezclada -en ocasiones con facetas ocurridas cuando era él seminarista. Pero no la tenía, sin embargo, pa:ra asumir la grave responsabilidad de dirigir a los estudiantes en su formación reli– giosa, ya se tratara de los del Seminario Seráfico, ya de los de los Colegios Mayores. Para él era carga poco menos que insoportable, no por falta de virtud y espí-ritu de abneg.ación, sino más bien por delicadeza de conciencia y por la dificultad de adaptar el tempera– mento serio a la natural manera de ser de la juventud. En cambio, su puesto adecuado era la predicación, especialmente las misiones populares. Tenía para este género de apostolado todas las cual~dades físicas y morales que hacen recomendable al predicador evangélico. Luenga y poblada barba, color moreno, ojos grandes, mirada muy 108
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