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lo transportamos del féretro provisional en que se hallaba a otro más decoroso y definitivo, cogiéndolo uno por los pies y otro por la cabeza, notando con gran emoción que estaba rígido e incorrupto. Con la g~:an impresión que puede suponerse y con verdadera emo– ción he tocado el pañuelo en su mano derecha, en la que había un poco de sangre, y recogimos algunas reliquias de su cuerpo, que con– servo como inapreciable recuerdo. »FUNERALES.-El traslado del cadáver del padre Fernando y los de sus compañeros de martirio a la iglesia de Jesús fué apoteósico y altamente impresionante, sobre todo para mi, cuando al entJrar en el templo con el féretro a hombros entre un pariente mío y un amig.o, mi hijo Rafael y yo, oimos grandes murmullos y las acla– maciones del público, que llenaba totalmente la iglesia, exclamando: «¡El padre Fernando! ¡El padre Fernando, el santo! ». »SEPELIO.- Después de celebrados solemnisimamente los funerales en la dicha iglesia de Jesús, el cadáver del padre Fernando, con los de los obras compañeros mártires, fué trasladado con numeroso acompañamiento al cementerio de San Isidro e inhumado en la crip– ta que la Orden alli posee, en el patio de la Concepción, donde ocupa el nicho superior.» Que los fieles se encomiendan a la intercesión del siervo de Dios lo demuestran algunas gracias atribuidas al valimiento del padre Fernando ante el Señor, como a continuación verá el lector. «Al hallarme yo en Barcelona-escribe don José-cuando estalló el Movimiento, y donde estuve más de un mes incomunicado de mi familia y rodeado de terribles peligros y dificultades para salir de allí, me acordé del influjo del padre Fernando y a él recurrí para resolver mi situación, pues. daba por seguro que seria de las prime– ras víctimas de los elementos revolucionarios. Y cuando me vi en mi casa, rodeado de mi familta, no pude por menos de atribuiJr mi libertad al que ya era mártir. En efecto, habiendo fracasado todos los intentos para salir de aquel infierno marxista, surgió, mediante las gestiones de uno de nuestros compañeros de negocios, un súbdito francés que nos proporcionó a todos el medio de evadirnos en un buque de guerra de la Marina francesa, el 14 de agosto de aquel año fatid~co 1936, después de sufrir varias vicisitudes que pusieron en peligro nuestras vidas. Y como el padre Fernando fué sacrificado el dia 12 del mismo mes, o sea dos días antes de mi liberación, puede creerse, yo al menos así lo creo, que protegió mi Vida desde el cielo el que había sido mi hermano y padrino de pila.» Otro caso que puede imputarse como milag.roso, debido a su in– tervención, es el ocurrido recientemente a un nieto mio, hijo de mi hijo Jaime, según éste refiere en la nota que se acompaña : «Cura- 102
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