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LECOIOI'il'.IS DIABÓLICAS DE LOS CIVILIZADOS MJ reyes y señores de sus cosas y personas. Sólo cuando el ex– tranjero trata de atropellarlos, encontrará en ellos desden y maltrato y quizá grave. Es a lo único que sienten repug– nancia los pascuense y es natural, al atropello, a la imposi– ción de una voluntad que pretende dominar por la violen– cia. En cambio, uno que se presenta amable y servicial, se gana al kanaka pascuense en todo sentido y como por des– gracia han llegado a la isla extranjeros que mostraban ser civilizados por sus modales y apostura, no por sus moralidad; resulta que los kanakas Rapanui, poco a poco han ido co– piando lo malo de esos individuos aparentemente buenos. Al principio, chocaban a los sencillos kanakas, ciertas in– ~orrecciones graves de sus admirados extranjeros, pero es– tos procuraban quitarles los escrúpulos diciéndoles: j- Sí, así se hace en el mundo civilizado; así es en Europa! ¿Para qué más? esto acariciaba las pasiones y aquietaba la conciencia, siquiera en apariencia y poco a poco fueron adquiriendo, por lo menos algunos pascuenses, el hábito al desorden e inmoralidad; sobre todo algunas mujeres objeto preferentemente buscado por los extranjeros. Al caso. Llegamos a la isla el Sr. Obispo Edwards y yo su acompa– ñante, con la nueva autoridad, el Sr. Acuña que llevó a su mujer embarazada y próxima a dar a luz, eran cinco los hijos que llevaf>a. Todos nos dirigíamos a la casa de la subdele. gación rodeados de kanakas; una kanaka muy advertida me habla diciéndome: - Te Metua = Padrecito, ¿ésa es la mujer del Subdelegado nuevo? -Sí, ésa es; qué te parece? - Te rake - rake =Malo, malo; mucho hijo tiene y aquí ·Otro,( señalando el seno materno). lsln. de Pn.scun. t
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