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LA CAMISA Y LA PAYASADA saca su revolver que cargado llevaba, y dispara sobre el gru– po de gente, pero al aire. Mas el protagonista de esta comedia no se asusta; mide otra vez con la mano, en la forma anterior el exiguo terreno que le vende por una camisa, y le dice con más sorna aún que antes. -Te digo que es este el sitio que te vendo, fíjate bien; si te parece poco, verás cómo puedes hacerlo má'3 grande. Abres un gran pozo, muy profundo y entonces te resultará terreno grande en sus paredes de los lados y costados de arriba abajo interiormente: además, de la superficie, hacia arriba mirando al cielo, tienes el campo que quieras y ahí puedes levantar tus castillos. Ya Bornier, con esto no pudo aguantar y reventó en ira ; y más que avergonzado, se fué a uña de caballo a su casa, donde dió rienda suelta a su desesperación y juró vengarse de su histrión kanaka y de todos los pascuenses, pero al pobre le sucedió al revés, porque al fin, aunque.mucho tiempo después de este suceso, por sus fechorías criminales, dieron cuenta de él los ofendidos isleños; lo mataron con su pro- pia arma. ' Los pascuenses testigos de esta venta cómica, una vez que vieron la vergonzosa fuga de Bornier, se retiraron a sus casas haciendo comentarios, como es de suponer, sobre lo que pre– senciaron. Todavía está señalado el dicho terreno vendido por el ka– naka a Bornier: yo mismo lo he visto y contemplado con ad– miración, y los kana~as pascuenses dicen bufones al señalár– selo a uno: -"Este es el único sitio vendido en la isla". Como dije: ese exiguo terreno es ,de forma ovalada; de 4 metros escasos de largo por 1 de ancho en la parte central. Un cordón de piedras, incrustadas ya en el suelo por la ac-
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