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tA CAMISA \' LA PAYASADA en descubrir las tretas de esos inescrupulosos com~rciantes y todos se pusieron en guardia para no dejarles llegar hasta los extremos de ambición que se proponían. Uno de esos atropelladores aventureros, llamado Bor;ü~r, recibió una buena lección y a la vez una soberana rechifla de parte de los avisados pascuenses. Ese Bomiet quería a to– do trance hacer a su modo contratos de compra-venta de terrenos, con los propietarios kanakas, tratando de conquis– társelos y sobornarlos, con dádivas y regalos de poco valor. Han-ngatetenga es un extenso y rico sitio de la isla perte– neciente al kanaka pascuense "Matahikuku" y a toda cost~ quiere Bornier apropiárselo; y con un modo muy suave y disimulado trataba de conq-.ü.starse al kanakita cual si fuera niño. Porfiaba en s·..t intento todos los días y el perseguido pro– pietario porfiaba también en la negativa; por lo cual se de– sesperaba el malaventurado comerciante. El isleño Matahikuku sintiéndose molesto y queriendo librarse para siempre del pesado Bornier se puso a discurrir un medio. A la vez Bornier discurría cuál pudíera ser la pren– da mejor que le sirviera para desvirtuar las negativas de su rebelde kanakita; y por fin parecióle sería acertado, tentarle con una camisa, prenda por demás esfímada de los isleños pas– cuenses. Satisfecho de su idea se presenta a Matahikuku y le dice: -Mira hombre, te doy una hermosa camisa por tu te– rreno, y te aseguro que sales ganando, porque cuando te vean todos los de la isla Gon ella puesta, te envidiarán de verte tan elegante y tu te gozarás de ello. El molestado pascuense que había dado ya con una solu– ción nada torpe y algo cómica, le dice en frase engañosa pero con disimulo. -M·1.1y bien Bomier, te v,;nderé parte de mi terreno por la camisa; más consiente que ponga por testigos de este con-
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