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40 BIIDNVIIlNIDO Dl!l J!)ST:Jl!LLA vación y se fueron juntos al pu~blo; pero en el trayecto dice Juan Araki al anciano: -¿"Qué cosa hay allí"? -No se puede saber, son secretos que hay que respetar,. con– testa el anciano. Más, Juan no quedó satisfecho y le picó más la curiosidad y al día siguiente se fué él solo al sitio de la cueva . . . busca y rebusca, mira y remira, y nada; ni señales de cueva; no pu– do dar con ella. Ninguna piedra tenía señales de haber sido removida, por– que el anciano al entrar mojó con agua, que llevaba en una botella, las partes rozadas para quitar el rastro. Como son tantas las piedras sueltas de todos tamaños que en esos lugares hay, le fué imposible dar con la puerta y por fin cansado Juan Araki de su infructuoso trabajo, se fué a su casa sin des– cubrir el deseado secreto. Cuevas misteriosas como ésta, que guardan secretos an– tiguos, hay muchas en la isla. OTRA VEZ LOS MOHAI DE RAPA-NUI Muchos son los sabios que han hablado de este asunto de las colosales estatuas de ls isla de Pascua, y ninguno ha re– suelto el problema: nadie ha emitido conceptos tan decisivos que supongan la hilación de la raza actual con otra muy an– tigua; y por lo mismo no se determinan a decir que los habi– tantes actuales, sean hijos de los fabricantes de las famosas estatuas, y su opinión se in~lina a la negativa. No estoy pues del todo con esos sabios que dicen sean las estatuas obra de otra generación más civilizada, que en na– da tiene que ver con la raza actual y que esas obras se han efectuado en época lejana cuando la oceanía era un inmenso continente. Por eso discutiré y argüiré decididamente esas
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