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34 BIBINVBNlDO Dlll ESTELLA tinta y distanciada de la actual que habita la isla, podría sospecharse en una práctica religiosa muy común entre sal– vajes. Se admitiría pues el politeismo. Más, ¿quién nos asegura ésto? Si hubo un lapso de tiempo, más o menos largo, en que la isla estaba desierta después de extinguida una raza, ¿quién pudo conservar la tradición? Se perdió en el vacío, y entonces, los sabios que así opinan se quedaron sin base para sus argumentos hipotéticos. Los monolitos, monumentos y estatuas que se hallan ¿se– rán fuentes suficientes para determinar el caso? Esos obje– tos no hablan tan claro como se supone; y si de la multitud de tantos monumentos se sigue que la hipotesis es cierta, ¿cómo se explica que haya tantos ídolos para tan pocos ha– bitantes? Imposible que fueran tantas las divinidades y tantos los ídolos fabricados; y en unas tribus en tanta abundancia, co– mo en las de Otuiti y sus cercanías; y en otras tribus tan es– casos. Además, todas las estatuas presentan la misma acti– tud y están labradas sobre un mismo modelo. ¿No será más acertado decir que, las colosales estatuas las fabricaron pa– ra adornar los cementerios de las distintas tribus donde se ven repartidas Entre los actuales isleños esa es la tradición; y estatuas más pequeñas, aunque siempre de regular tamaño, usaban los reyes y jefes de las distintas tribu de esta generación, para engalanar los dinteles de sus puertas o entradas de sus covachas-casas ... colocándolas a modo de centinelas y guar– dianes a cada lado de la puerta. Tradición que confirman al– gunos extranjeros testigos oculares que en 1864 y 1870 lle– garon a la isla con interés de estudiarla. "En efecto dice un oficial de marina, el Sr. Ballesteros, en casi todas las chozas de la isla se encuentran pequeñas esta– t uas labradas ya sea en madera o piedra. Estos dioses penates
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