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20 Bll!l:-IV~l!SlDO DE EST.I!ILLA En vista de tamaña derrota, huyeron avergonzados y maltrechos el malaventurado administrador y su gente. Los kanakas entraron al t emplo a dar gracias a Dios por el triunfo que les alcanzó. LA ANTIGUA PIEDAD La civilización mal entendida o mejor dicho mal enseñada por personas exóticas y poco amigas del orden y la moral, ha entorpecido desde un principio la educación y pulimiento en lo religioso de los kanakas pascuenses. Se sabe por demás que el carácter franco y alegre es el más hermanable con la religión y piedad; la verdadera re– ligión es expansiva, franca y a la vez consoladora. Es la ca– racterística de la religión de Jesucristo. Dado el carácter altamente alegre y expansivo de los kana– kas pascuenses, no es de extrañar que el misionero encuentre fácil acogida y sumisión a sus doctrinas y enseñanzas nada terroristas, aunque austeras. Si los primeros misioneros hallaron pequeñas dificulta– des en su ministerio, no es culpa de los kanakas pascuenses, que no tenían idea de lo que era un misionero; y sí, tenían triste experiencia de lo que era un extranjero civilizado que no se allegaba a la isla sino para explotarlos y martirizarlos. Así es que, en cuanto podían, sabían prevenirse y defen– derse de todo extraño que llegase a su isla: de todo estaban recelosos, hasta del misionero, no viendo en él, antes de co– nocerlo, sino un extr~jero como los demás. Antiguamente los kanakas eran felices, con la felicidad que puede dar una vida salvaje sin civilizar, pues tenían una dis– ciplina y orden, a su modo; y una religión sin complicaciones, empapada en una idea tan sublime de moralidad que es de avergonzar al país más civilizado en asunto de religión. Un cuento que es historia, nos hablará mejor sobre el caso.

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