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Hi HU!ll\Vl<JNJD!I I>!Jl J•JSTlllLLA Era el día 29 de Noviembre; la gente se puso triste . .. no creía que nos hubieran tomado tanto cariño; yo los consolaba diciéndoles : - No os aflijais, en 3 meses más estoy aquí otra vez y os traeré muchas cosas. Es llegada la hora, reuní en la iglesia a todos y les dir: gí mis últimos consejos y me despedí de ellos con la esperanza de volver a verlos. Vamos a la costa acompañados de todos, hombres y mujeres, niños y niñas llorando; ya en nuestro bote, hago la señal para que cantaran el himno a "Jesús Sacramentado". Can– temos el amor de los amores que lo saben admirablemente, y en lugar de cantar sollozan; las gargantas no pueden mo– dular sino gemidos: el canto no sale aunque hacen esfuerzos: como yo comencé, lo seguí haciendo un esfuerzo supremo, pues quería dominar mi emoción al ver tanta pena en aque– llos pechos agradecidos y nobles. ¡Pobres kanakas, cuando os volveré a ver! El bote se aleja . . . ; a la par nuestra va otro bote llevando al señor Comandante y a varios oficiales. Fueron testigos de la aflicción de los kanakas y decían impresionados en voz baja, más pudimos oirlos: "¡Pero qué cariño han tomado a los Padres estos pobres kanakas!" El bote se aleja más; la costa queda atrás y la gente nos saluda con sus pañuelos que pronto recogen para enjugar su llanto; son las últimas impresiones de amor y quebranto que vemos. . . El buque queda lejos de la costa y nada se percibe desde ahí. Llegada la hora de partida, 6 de la tarde, se vuelven en sus botes los kanakas que nos llevaron a bordo. "Adiós, hasta el . otro viaje, fueron nuestras últimas palabras". Ya estamos en plena mar; mi compañero parece más mari– no que antes, pues no da señales de mareo. . . Ahora nos po-

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