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CANTOS Y MÚSlOA 77 cado, jugueteando con la palabra, reo-reo, ore-ore, mentira, mentira, dirigida a mí, en son de cariñoso reproche porque les engañaba con ofertas de dulces y no se los daba. Admirado de sus compases, nuevos para mí, les dije: ¿Quién os ha enseñado este canto?-Nosotios mt'smos, me contestan con satisfacción. Dudando de su invención, indagué entre los pascuenses más entendidos y les pregunté si habían oído alguna vez ese can– to, a lo que me contestaron: No, padre, los chiquillos lo han inventado ahora; no le extrañe, la gente siempre inventa muchos cantos. Para confirmar mi presunción en favor de los kanakas en esta materia, copiaré aquí unos párrafos del señor Viaud, ofi– cial del Estado Mayor del buque ballenero La Flore, que visi– tó la Isla de Pascua. Era en el mes de Enero de 1872. Dicho señor dice entre otras cosas: «En efecto, la Islade Pascuao Ra– pa- nui, tal como yo me lo figuraba, y aquellos hombres que veía agitarse de un modo tan extraño, eran los últimos res– tos de su misteriosa raza.... Cantaban una especie de recitado quejumbroso y lúgubre. Los indígenas cantan ... Habría que– rido escribir algunos de sus aires; pero es imposible, las notas que poseemos son insuficientes». «La música de los tahitianos es alegre y fácil; la de la Isla de Pascua, es por el contrario muy triste ... Los hombres. cantan con una voz quejumbrosa, que no tiene nada de natural, y, en cambio, las mujeres dan notas suavísimas.... » (Biblioteca Geo– gráfica e Histórica Chilena de L. Ignacio Silva A., vol. I). Es bastante exacta esta observación del señor Viaud, la he comprobado. Es costumbre entre ellos, que, cuandoquieren so– lemnizar alguna fiesta, se reúnen a ensayar: a veces uno echa algunas notas cantando según su inspiración, los demás, sin– tiéndose poseídos de la misma inspiración siguen y, al final, re– sulta una pieza musical.

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