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CANTOS Y MÚSICA 75 El malvado indígena dejó los cadáveres donde ejecutara sus crímenes y, pasando por ahí, poco después, un kanaka de la tr!bu a que pertenecían las víctimas, las vió y las reconoció, y sin parar fué a su tribu a dar la noticia del encuentro fatal. Las sospechas cayeron en alguno de la tnbu próxima; deter– minaron todos en pública opinión la venganza y se armó la gen– te; se echaron sobre la tribu vecina y pelearon a muerte hasta que creyeronmuerto al criminal. Por ambos bandos, la matan– za fué cruel y aprovechada, pues los cadáveres de los comba– tientes sirvieron para saciar la gula de los soldados de ambos campos. Se acabó la guerra y se acabó el festín; cada uno se fué sa– tisfecho a su casa como si hubieran cumplido un deber : unos en justa venganza, otros en buena defensa. Diré, para honra de los actuales pascuenses, que estos bár– baros recuerdos de sus antepasados les causan repugnancia y vergüenza; por eso se percatan de contarlos a cualquiera. Y han dejado lo malo de sus antepasados, conservando lo bueno, que tenían mucho, y son muy dóciles a la civiHzación y dis– ciplina moral. l ll. CANTOS Y MUSICA. Los siguientes son los que pude arreglar de entre los muchos que tienen en uso los pascuenses. Qué origen tienen estos cantos, no lo sabré decir. Varios son los peritos en esta materia a quienes he consultado por ver si les eran conocidos. Los encuentran con harto sabor a canto lla– no y aun a gregoriano, a alguno de ellos, pero que no tienen proximidad con los conocidos. He aquí la carta de un padre capuchino, maestro en el ar-

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