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HISTORIETAS Y CUENTOS 69 do de pronto sale uno del grupo con ademán ligero y, ponién– dosele delante, le arrebata el sombrero de la cabeza. Detrás venían los otros dos acompañantes, sobre los cuales se echan todos los kanakas para arrebatarles los sombreros. Todo pa– só en un mstante. Al verse así atropellados, sin esperar más, se volvieron a toda prisa al bote; y mientras corrían hacia éste, los kanak~s, como jugando, les tiraron unas cuantas piedras; una de ellas dió en la cabeza del supuesto misionero, y le hi– rió; se le veía correr la sangre, que enjugaba con un pañuelo blanco, dicen los historiadores. Los remeros, que vieron la rá– pida vuelta de los tres pasajeros, se aprestaron a recibirlos con prontitud y remar a toda prisa para ponerse a salvo de atro– pellos más serios. A re~petable distancia, cosa que pudieran oir los kanakas, se detuvieron los remeros, según orden reci– bida del jefe de la misión, quien habló así a los kanakas en su propia lengua: Koau Kote metua o Tepano: yo soy vuestro padre Te– pano (Esteban). Sin más, se alejaron y llegaron al buque, que levó anclas y se fué. Mientras tanto, los pascuenses celebraban el robo de loa sombreros; se los ponían unos a otros y todos querían adue– ñarse de ellos; por eso tenían sus pequeñas reyertas. Pero el sombrero de copa alta no lo aflojaba el propio ladrón, que era Paoa, el kanaka más valiente; alguna vez lo prestaba para las fiestas principales, aunque casi siempre se lo ponía él. El referido sombrero lo guardaban con esmero y pasaba co– mo cosa de valor, de uno a otro heredero. Los actuales kana– kas, y en especial los que me sirven de intérpretes, me asegu– ran haber visto hasta hace poco ese historiado sombrero. Piensan algunos, guiándose de ciertos cuentos o historias nada fidedtgnas, que el tal Tepano era un Obispoque iba a ca– tequizarlos. ¿No sería un pastor protestante? . . •
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