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68 Bll!lNVBINJOO DJ!l J!l,..TJ!lLLA to. Varias veces, en el tiempo que viví en la isla, pregunté se– paradamente a varios kanakas si era cierto lo del cuento de la calavera del Obispo. Todos indistintamente me contestaban que era un cuento falso y calumnioso. En vista de esta respues– ta dada al igual por tan distintas personas, traté de examinar el asunto de un modo formal y más completo. Hice reunir a los kanakas más conocedores de esta historia en la isla, entre ellos a Juan Tepano Rano y a Juan Araki, los más ilustrados y menos mentirosos de los pascuenses. Sin quitar ni añadir, diré lo que me contaron los antedichos pascuenses. Comentaron la historia de la calavera del Obispo, del mo– do siguiente: Hará cosa de 90 a 100 años, llegó a laisla un buque de tres palos y atracó en la bahía Papatekena, muy cerca de Anakena. El viejo Makerenga Paoa, que tiene actualmente 95 años, cuenta que su padre estaba presente a la llegada del buque y que de él tomó noticia de lo verídico del hecho; y agregó que su mismo padre estaba entre los que cometieron el atropello. Los demás kanakas ancianos confirman lo mismo, de sus pa– dres. En ese buque venían tres pasajeros, sin contar la tripu– lación. Uno, que parecia ser misionero, pues traía traje talar y un sombrero negro y alto, de tarro, dtcen los kanakas, o sea de copa alta; los acompañantes vestían de caballeros con pi– rip6, que dicen ellos, o sea con pantalones, uno tenía sombre– ro de paja, hau-pañola, sombrero español, y el otro, gorra de marino, hau-tipi, sombrero-gorra. Anclado el buque, se bajaron al bote y remaron hacia tie– rra. Cercana al mar había una casa, en donde esperaban muchos pascuenses la llegada del bote. El primero en saltar a tie– rra fué el misionero con su ·raro sombrero, que tanto llamó la atención de los presentes kanaka~. que conversaban sigilo– samente. Parecía dirigirse a esa casa vecina el misionero, cuan-

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