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fllSTORIETAR V CUENTOS 51 Un dia tuvieron necesidad, los dos hermanos, de arreglar su bote; para lo cual debian ir al volcán Ranokao a buscar hilachas para las aberturas. Ahí había abundantes plantas que produ– cían estas materias: se encaminaron al volcán. ¿Adónde vais? les dice amenazador, con un palo en mano, un hombre ya de edad, pero fornido y resuelto. Era el padre del joven Ure que les salió al camino, extrañado de que alguien se atreviera a cruzar caminos de su propie:iad, habiendo publicado su prohibición. Los dos pescadores, extrañados a la vez por esta oposición desusada, le arguyen diciendo: Y ¿cuál es el motivo de tu actitud y amenaza? ¡Pues qué! ¿no sabéis que ha cerca de un año estoy sumido en la angustia por la pérdida de un hijo a quien amaba con delirio y no sé quién me lo ha robado, ni si es muerto o vivo? Por eso no consiento que nadie me moleste y quiero estar solo en mi lugar; ni gallinas ni cosa viviente aguanto ante mí: sin mi hijo, todo me molesta. Los pescadores se miraban, mientras oían los suspiros del padre adolorido. Sí, nosotros vamos todos los días a pescar a Poike, a la bahía Han-ngatau-vaka y, estando pescando, oimos siempre los lamen– tos de tu hijo que debe estar cautivo en alguna cueva que no po– demos descubrir. Repetidme sus palabras: por ellas sabré una vez más que es mi hijo. «Arco iris, clava, clava tu amarillo reflejo sobre las aguas . .. Salla, Ure Ohovehi, hacia fuera . .. ahí quizá está mi padre, Oho– vehi grande, de larga calvicie; capaz de devorar gente para salvar– me, sí, a Ure, al mozo, sí. .. !» El padre, conforme iba oyendo, se llenaba de emoción y ter– nura, y al final dice: Sí, no hayduda, es mi hijo: llevadme allá, quiero salvarlo, quie– ro tenerle en mis brazos.

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