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HJSTORIIOTAS Y CUENTOS 49 de sus enemigas y voló a la cueva, cárcel de su nieto, le quitó las ligaduras y le consoló animándole a tener paciencia y a se– guir con la misma simulación al recibir el veneno. Así iremos bien, hijo, le dice la.bruja a su nieto; de lo contra– rlo, si se dan cuenta, nos matarán. Otra vez dejó comida para el joven, y abundante. Pasado un buen rato en charlas y comidas, la bruja envolvió en su acos– tumbrado disfraz al joven, que ya se resistía, pero tuvo que ce– der a los consejos de su abuela bruja. No bien se hubo marchado la bruja, llegan las diablesas ufa– nas y contentas por el buen efecto que producirá su eficaz ve– neno. Desenvuelven al joven, le saludan con mentido afecto y le dan el dañino pan de la muerte. Hizo el joven como antes. Pa– só el dia y nada anormal se notó en él. Extrañadas, se dicen las hermosas diablesas: Harto aguante tiene: démosle más can– t%'dad. Pero nada le sucedió tampoco la tercera vez, porque supo hacer como la primera y segunda. Desesperadas porque no producía el efecto deseado el vene– no infame, determinaron dej~ al joven con vida y libre de los envoltorios, pero con prohibición absoluta de salir de la cueva y con la amenaza de matarlo, si se fugaba, donde quiera que Sf' hallara. Le halagaron, eso sí, con un buen trato y afecto cons– tante. En estas condiciones quedó el joven viviendo con sus car– celeras, tímido para escaparse aun en ausencia de ellas, por la amenaza de buscarle y matarle donde le hallaran. Además, ¿có– mo hacerlo si no era pájaro ni tenía la virtud de sus enem;gas para volar? La bruja siempre aprovechaba las ausencias de sus vecinas rivales para hacer una visita a su nieto, le llevaba comida y le consolaba en su cautiverio. A veces quedaba solo dos o tres días, pero ni por eso le daba

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