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RlSTORIETAS Y CU11:NTOS 47 do no hay por dónde, y yo soy tan vieja y torpe de piernas?-- Va– mos a dar un paseo; a la vuelta veremos si has sido prudente. Las dos se hablan en voz baja, diciendo: vámonos de aquí a comprar veneno para poder conservar al joven y contemplar siem– pre su he?mosura. La bruja tenía largo el oído y además adivi– naba los secretos; por eso se enteró luego del misterio y lo guar– dó para sí. De pronto aparece un lindo y esplendoroso arco iris: un ex– tremo estaba a los pies de las diablesas y el otro extremo lle– gaba hasta el cont.nente: por él treparon las hadas aladas y desaparecieron a la vez el arco iris y las hermosas diablesas. La bruja pensó en aprovechar la ausencia de sus enemi.gas y, aunque vieja, pudo escalar, o mejor volar como bruja, has– ta la elevada cueva. En ella VIÓ un gran envoltono que no tardó en desenvolver sin temor; y ¡cual sería su sorpresa cuando vió la hermosa ca– ra de su nieto Ure, hijo de su hijo mayor Ohovehi! Su nieto Tupuna r.:re, a pesar del quebranto que sufría, estaba tan hermoso y fresco como lo viera en casa de su padre. El joven seguía en su profundo sueño, que más bien pudie– ra decirse, letargo. La bruja le despierta. Quedó asombrado en gran manera; pero se tranquilizó algo al decirle la bruja que no temiera, pues ella se encargaba de librarle de sus carceleras doncellas. Le hizo saber los propósitos de ellas para con él, cómo ha– bían ido lejos a buscar un veneno en panes de un blanco enga– ñador, que no debía ni probar. Escucha, joven, y aprende lú lección que te voy a dar, le dice la bruja: cuando te den el veneno, tú no lo rechaces, lo tomas con na– turalidad y simulas que comes de este modo. Te pones en el borde de la cueva, te llevas a la boca el t~eneno y haces como que lo comes y lo vas dejando caer al fondo, hacia mi cueva, para que yo lo recoja y nada vean ellas. Así creerán que comes y no sospecha-

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