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46 BllllNV.IllNIOO LHíl BSTJllLLA El joven les dió lo que pedían, echándoselo fuera. Las hermosas diablesas, tratando de probar la resistencia de la fibra, tiran y tiran hasta romperla y dicen: No vale tu Mahute, danos mejor tu Hau-hau (otro filamen– to). Prueban también su resistencia, lo rompen y agregan: Tampoco es fuerte tu Hau-hau, no sirve: nada nos gusta de lo que tienes.- Pues ¿quédeseáis?-Mejortevamos asacar los piojos. Y así diciendo, entran sin más a la casa y, sentándose, con– vidan al joven se recline en sus faldas; lo que hizo sin reparo, reclinando su cabeza en la falda de la hermosa Kava-túa. El joven al instante quedó completamente dormido. La otra hermosa vigilaba por fuera y, al ver al joven en profundo sueño, probó si era real, pegando con los nudillos de sus dedos por la parte de fuera al rededor de la casa y cada vez más fuerte. Cercioradas de que el sueño era real y profundo, no perdieron tiempo y al momento envuelven al joven en la red y estera que estaba fabricando. Así envuelto, de un salto o vuelo, se lo llevan hasta Poike a una cueva que habitaban ellas en la parte poniente con vista al Ill'<lr: es un acantilado por demás escabro– so y escarpado; yo mismo lo he visto. Al pie de ese acantilado, junto al mar, vivía una bruja en una cueva que casualmente caía debajo de la cueva de las her– mosas diablesas que estaba en lo más alto y escarpado del acan– tilado. Sólo ellas y las aves podían penetrar en ella. Desde luego, la bruja vieja, llamada Nuahine-Pikea-uri (vieja jaiva negra), era enemiga declarada de sus vecinas; al llegar éstas misteriosamente ocultando lo que traían, las ob– servó cautelosa y receló algo malo. Temieron las diablesas las.observara la bruja y así van a su cueva y con imperio le dicen: No subas a nuestra cueva a ver lo que hemos traído; de lo con– trario, te mataremos.- ¿Cómo sospecháis que pueda subir, cuan-

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