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36 BIBNVl!lNIDO DE ESTPJLLA se acerca, pero tienen muy entre ceja y ceja el antiguo respeto a ese lugar. 6). El diablo langosta. En la punta Norte de la isla, que da al mar, llamada Omohi, abunda la langosta de mejor calidad; por eso los isleños acu– dían con frecuencia a sacarla, sumergiéndose con avidez y a porfía, para ver quién sacaba más y más grandes. Esperando estaba uno de los pescadores que saliera a flote su contricante, sumergido a la vez con él: tres langostas, una en la boca, y en cada mano otra, había sacado él de una vez; no es fácil que el otro le gane. Espera y espera; su amigo no sale... ¿qué le ha– bía pasado? Se sumerge otra vez para investigar el fondo, por si puede ver algo, y nada; uno menos en la tsla y otro más en el miste– rio. Eran con éste más de cinco los desaparecidos en ese lu– gar en poco tiempo. Y si antes sólo los valientes solían sumer– girse ahí, ahora hasta ellos cobran recelo. Los comentarios aumentaban entre los kanakas. ¿Qué misterio había en ese fondo? preguntaban todos. Las conjeturas llevaban a mayor confusión y nada se sabía de cierto. Uno de los más valientes langosteros quiso salir de dudas: se sumerge, registra y después de un buen rato sale diciendo: He visto una gran cueva con una estrecha boca, fondo ancho y profundo; me asomé y en el centro vi un ser de tamaw gigan– tesco. Todos dijeron a la vez: Ese es el monstruo que ha comido a los otros . .. ¡Ni los huesos ha dejado! ... A ruego de todo el pueblo se sumergió otra vez el valiente

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