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RT!\TORIETAS Y OU.FlNTOS 31 intercesor; se subía al altar o pedestal aludido y comenzaba sus súplicas con gesticulaciones de brazos, cabeza y todo el cuerpo; finalmente, siempre mirando hacia el cielo, pronun– ciaba unas oraciOnes en voz clara y potente para que Dios oye– ra mejor. En esta oración suplicatorta nadie podía acom– pañar al sacerdote, smo que debía estar solo: le solían ver y oir a distancia, pero no por curiosidad, sino por casualidad.. Según el relato de un ilustrado kanaka y confirmado por los ancianos korohua como cierto, la oración que solía decrr, entre otras, el sacerdote cuando oraba por estos motivos, es como s1gue: E te uka máta vaí roa ahiro é... Sí, niña, virgen hermosa, agua larga, al Padre también. ... Y aseguran los kanakas que las oraciones siempre conse– guían su efecto: luego venían las lluvias. El sacerdote, por mucho que tardaran en llegar las lluv,as, nunca se movía de su altar y, al llegar el agua, descendía de este, corría por la isla en todas direcciones y la lluvia le seguía, o mejor, llevaba él la lluvia por todos los lugares plantados y, por fin, por toda la isla, como si llevara en la mano la lluvia benéfica cual otro Neptuno indiano. Y siempre, padrecito, que se pedía lluvia de este modo (agregaban los narradores), la teníamosde seguro, nunca falla– ba la oración del sacerdote. Y ahora ¿por qué no se hace así? les decía yo.-Ahora, no, por– que ya los extranjeros mandan aquí y ellos se ríen de nuestras costumbres.-Y ¿por qué no destruís esos altares opedestales, que yanotienenobjeto?-¡Ait, no! que se conservennomás, son altares! Es digno de notarse cómo los pascuenses respetan sus co– sas antiguas, no por el mérito artístico, que nada de eso tienen, sino por el significado y espíritu que encierran. Estos altares, como he dicho, son construidos de tosca pie– dra volcánica, sin argamasa que las una; no obstante, la mayor parte de esos altares se conservan íntegros en su forma cilín– drica y a la altura de dos metros poco más o menos y en sitios