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l<O BltJNVl!INIDO DE ESTELT,A Matiro-hit•a, ahí se dirigió, pero, en lugar de hallarle a él, ha– lló al castigado Peku-angooohu. ¿Qué haces aquí? dícele el recién llegado.-Estoy cumplien– do la pena que Atua Make-Make me ha impuesto.-Tras él voy: y ¿por qué te impuso tal castigo?-Porque no le ofrecí Umu .– ¡Pues eres un estúpido! Prepara ahora tu Umu con camote, gallinas, plátanos y demás cosas que tengas; las ofreces a Atua Make-Make y se apiadará de tí. Así lo hizo el infeliz y Dios aceptó su oferta, se compadeció de él y, apareciéndoseles en el momento del Umu, conversó con los dos amigablemente. Al penado le perdonó el castigo y le dió la libertad para volver a su isla, y el hombre bueno su– plicó a Atua Make-Make le enseñara o diera la ciencia de fa– bricar casas, hacer instrumentos para trabajar, le diera caba– llos, vacas, corderos y otras cosas. Atua accedió a su peti– ción, y los dos hombres, agradecidos y contentos, se volvieron a su isla. El padre del penado, al ver a su hijo de tanto tiempo per– dido, cobró alegría y vivteron tranquilos sin olvidarse de ofre– cer a Dios su curanto. 3). La plegaria kanaka. Todavía se ven disemmados en toda la isla de Pascua los altares o pedestales de piedra tosca, de construcción cilíndri– ca, altares que servían para ofrecer al Dios Atua Make-Make el Umu o curanto; a la vez, sobre esos altares solía subir el sa– cerdote kanaka a hacer sus plegarias en nombre del rey que mandaba hacerlo así cuando veía las penunas del pueblo; es decir, cuando las plantaciones se perdían o los frutos no ve– nían por falta de agua; entonces la gente acudía al rey para que hablara con el sacerdote, con el cual no podía hablar otra persona que el rey, para que pidiera a Dios lluvia. El sacerdote, avisado por el rey, ejercía su ministerio de

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