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26 , BllliNVENJDO DE ESTELLA garse al alcance de su voz, gritan hacia el bote diciendo: ¿A qué vienen? Nada vale esta isla; no tiene otra cosa que pasto. Entre los navegantes distinguieron al valiente y conocido Hotu Matua, que traía a su mujer (preñada, dicen los ancia– nos) y varias personas más. Hotu lvlatua, no se acorbardó por lo que oye gritar a sus camaradas de tierra, antes al contrano, contesta diCiendo: No importa que sea la isla pobre; trábajando, la tierra produ– cirá, quiero vivir aquí con mi gente. Poco después de la llegada de Hotu Matua, se fueron los que llegaron primero a la isla; pero en lugar de seis, eran ya cinco, pues el sexto murió de un aletazo de tortuga en un día de pesca. Quedó Hotu Matua con su gente, asumiendo, o mejor, eri– giendo la regencia de la isla, siendo el primer rey de ella. Pasó largo tiempo: la isla se iba poblando y la tierra pro– duciendo. De pronto, un rey llamado Tangaroa (Ta-han-nga-roa) que habitaba en una lejana isla, tuvo un sueño misterioso, en el que vió el estado lamentable de lo'5 habitantes de la ic;la Tepitohenua (Pascua). Creía que la inmvralidad y embrutecimiento intelectual de esos isleños había llegado al extremo y aun había pasado las vallas de lo humano para llegar a la bestialidad. Compadecido de tamaña desgracia, pensó en sacrificarse por esos pobres kanakas; y así, dejando su vida tranquila, se puso en acción y, no teniendo otro medio de navegación que sus robustos brazos, confiado en su pericia y resistencia, se echó al agua ... y, nadando, nadando, llegó por fin a la famosa isla de Tepitohenua, por la parte Este, a la bahía de Tangariki, o, como se llama actualmente, Hotuiti. Esa bahía estaba habitada en aquel tiempo y sus habi– tantes se dieron cuenta de la llegada del rey Tangaroa, por– que a distancia le vieron que venía nadando; mas no pensa-

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