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24 BJ.IllNVENIDO DEl ESTRILLA placientes y sumisos con los misioneros que con los falsos civilizadores, dejaron sus bárbaras costumbres para hacer sus duelos por los difuntos, más conforme a la piedad civi– lizada; por eso, como indiqué antes, velan ya cristianamente sus muertos y al siguiente día los entierran, y no el mismo día de morir, como lo hacían antes, al momento de expirar. Debo advertir, en honor de la verdad y para honra del bondadoso administrador actual de la Sociedad Explota– dora de la isla, Mister Edmunds, que he presenciado donativos o regalos, hechos por él a los kanakas, de corderos y carne de vacuno, en distintas fiestas y duelos susodichos que se han efectuado en tiempo de m1 larga permanenc1a en la isla. ¡Ojalá que la Sociedad hubiera temdo s1empre administradores como el presente! Es lo más curioso ver un sepelio kanaka: de lo poco que tienen copiado de la civilización en este asunto, es en– cajonar sus muertos cual s1 fuera punto principal. Como la tabla es escasa en la isla, la poca que pueden conseguir, la emplean con preferencia para sus ataúdes. Se dió el caso, en mi permanencia en la isla, de enfermarse un anciano, a¡ parecer de gravedad, quien suplicó a su amigo vecino más íntimo, que le tomara medida y le hiciera la caja para su se– pultación con unas tablas que él mismo guardaba desde tiempo atrás, con ese objeto. Hay que advertir que años antes, se había fabricado este mismo mdividuo, una casa o covacha con piedra suelta y no empleó para esto las tablas que tenía guardadas como tm relicario; apora que se sintió morir, la aprovechó haciéndose fabncar una urna para res– guardo de sus huesos kanakas. Tampoco se olvidó el buen· and.ano de su alma; me llamó para que lo preparara a bien morir; así lo h1ce. Padre, t.engo la barriga pegada a la espalda por qbra del diablo, decía afligido un. día que· lo visité, de,spués de pre– pararlo a bien morir. Pero la muerte no le vino tan pronto

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