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DATOS GlllNJ'!RAL'ro!!l 23 hora es ya de que les enseñemos los civilizados costumbres más honrosas. -Nó Padre, déjews que se diviertan y gocen en sus antiguas fiestas! • -¿Aunque sean bárbaras? ¿Esa es la enseñanza de la sana y moralizadora civilización? ¿Para eso les países civilizados pretenden dominar y regir co– lonias? ¡Así, por desgracia, piensan los interesados negociantes, egoístas y monopolizadores! ¡Qué importa a sus negocios la ciivilización de unos cuantos bárbaros! Al contrario, mejor se explota y aumenta el interés. Por eso el reclamo antt>rior fué en favor, no de los kanakas sencillos y sumisos, muy susceptibles a la civilización moraHza– dora, sino en favor de la especulación. Veamos cómo se hace en el caso. Los kanakas, no teniendo ni pudiendo tener corderos ni bueyes para sus grandes curantos, van a comprarlos a la Sociedad que los tiene en gran abundancia; cobrando por cordero $ 10, sin lana y sin piel; por buey, $ 100, sin p1el y sin grasa. El que no tiene dinero contante, anota en la libreta de la Sociedad tantos días de trabajo equivalentes al precio de los corderos o bueyes que recibe. ¿Qué talla idea; y qué mejor para el negocio, que animar a los sencillos kanakas a seguir en sus bacanales y bárbaras costumbres? Los pascuenses son en número de 265 entre chicos y gran– des, siendo los más, niños y niñas; pues bien, hubo día de duelo que consumieron 10 corderos, dos bueyes y gran can– tidad de camote y ñame; otro día, 30 corderos sin contar los pollos y tubérculos. Ahora bien, si son varios los duelos que en el año se efectúen, los pobres kanakas se quedan sin di– nero y sin libertad, o sea, quedan obligados al trabajo cuando la Sociedad los llama. Pero, en fin, gracias a Dios, que los pascuenses, más com-
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