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BllilNVIllNlOO DE ESTELLA Al principio no me atendi~ron complacientes los menos fervorosos; la prueba fué que, en otra ocasión idéntica, al morir en la misma isla un kanaka, poco tiempo después, repitieron el mismo duelo y con los mismos detalles. No pude guardar silencio, y, al reumrlos en la iglesia por la noche para rezar, según costumbre, en mi plática les hice ver, con toda la crudeza requerida, su torpe e incivilizado proceder en sus duelos poco piadosos por su forma. Les ;ndiqué la manera de hacer esos duelos como se hace entre gente civilizada, en el mundo entero; me escucharon con atención y fruto; pues, en los siguientes duelos que fueron varios durante mi estada en la isla, se portaron más cuerdos y formales, y aun ellos mismos determinaron por su cuenta, no hacer el Umu funerario, el mismo día de la muerte del deudo, sino al siguiente, después de sepultado; pero eso si, la velación de canto y rezo, presente el cadáver, no se dejaba. Y aun determmaron más los sumisos pascuenses; y es que, en adelante, procurarían hacer entre los deudos más próximos al difunto únicamente, el kai-kai de duelo; demás está de– cir que ensalcé en gran manera sus resoluciones. Una opinión de interés: Mi plática instructiva sobre el comportamiento que debían observar los pascuenses en el duelo de sus difuntos, produjo nerviosidad en la casa administradora de la Sociedad Explo– tadora que hay en la isla. Al caso.-Padre, me dice sin rodeos un comensal de la casa adrmnistradora, al día siguiente de mi plática; ¿es cierto que usted dijo ayer a los kanakas que no hicieran fiestas por sus difuntos? -Sí, cierto es, pero que no lo hicieran como acostumbran;

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