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DATOS GENlllRAI..ES 17 tada en el suelo; estaba de rodillas y medio sentada en los mus– los de su marido que lo tenía detrás, también de rodillas, medio sentado sobre sus propios talones; estaba sosteniendo a su mujer por debajo de los brazos, lánguidos como toda ella; su aspecto era de dolor no muy intenso, su marido estaba más acongojado. El subdelegado la enfoca con su lamparita de acetileno para examinar bien el rostro y tanto le debió cho– car este, que en el acto se echó a reir .... ¡Bah! dijimos por lo bajo, el apuro y amargura no son tan grandes cuando hay ánimo para reírse. En vista de esto, no nos demoramos en nuestra visita, re– solvimos marcharnos y así les dijimos: Si algo grave ocurre, nos avt'san luego; pues vemos que la enferma no está tan grave como nos han hecho creer . ..... Como es de suponer, nos fui- mos comentando y celebrando un caso tan gráfico y original. Amaneció el día siguiente, y muy temprano me sale al encuentro el semi-cura kanaka, Nicolás Pakarati, que es suegro de la paciente, y me dice: Te Metua, tamaá te vahine. Padrecito, ya di6 a luz la mujer de mi hijo. Ese mismo día bauticé al niño y al siguiente día apareció la madre en la ca– pilla para que le diera la acostumbrada bendición después del parto. Para las madres kanakas no hay días de purificación ni de restablecimiento; no se creen enfermas una vez que ya han librado; y luego se ponen a trabajar con la mayor naturalidad como si nada extraordinario les hubiera pasado. Caso semejante vi en otra kanaka que, siendo soltera, tuvo «el milagro~ de ser madre. Al verla embarazada, próxi– ma a dar a luz, todos la compadecían; no porque fuera jo– venctta, pues pasaba de los 45; smo porque era contra hecha y era primera vez que iba a ser madre. ¡Cómo irá a sufrir la pobre!,.. . ¡teniendo el cuerpo sin desa– rrolar, ¡no podrá dar a luz!, ... ¡bien va a pagar su torpeza/
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