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16 üllllNVJilNIDO DE J!lSTELLA 4). Manera de dar a luz entre las mujeres pascuenses. Son las mujeres kanakas de la Isla de Pascua especiales para sus alumbramientos y de un valor excepcional en ellos. Las madrer civilizadas podían aprender algo de estas madres sin civilizar en el arte de bien librar. Yo nusmo he presenc1ado su valor y despreocupación en asunto tan prevemdo y tírmdamente esperado por las madres de países c1VJ12ados. Los síntomas de alumbramiento no se dan a conocer, gene– ralmente, sino el mismo día que sobrevienen. Presencié un caso que, por los fuertes dolores que sentía la paciente, se consideraba extraordinario y raro entre ellos. Era el mismo día que esperaba el desenlace; desde la mañana muy temprano. comenzó la paciente a quejarse, afligida por sus dolores. Sus deudos se alarman por esos quejidos tan desusados y, temiendo desenlace funesto, me llamaron para asistir a la que iba a ser madre. Acudí al momento en compañía del subdelegado, que es algo entendido en obstetricia, y, como era ya entrada la noche, llevábamos una lamparita de gas acetileno. Llegamos a la casita o choza de la paciente y encontramos la habita– CIÓn llena de gente. Es costumbre entre los kanakas acudir todos en masa a consolar al que sufre, sin fijarse que perju– dican al enfermo con sus charlas y la mala atmósfera que forman, en perjuic10 de él que necesita aire puro. La paciente del caso estaba en una especie de alcoba, si tal puede llamarse un cuartucho s1tuado en el extremo del galpón que habitaba la familia; entramos el subdelegado y yo; él como acompañante y médico, pues algo entiende en el difícil arte de sanar enfermos y fácil de matar vivos, y yo co– mo sacerdote, para prestarle auxilios más eficaces para el alma. El cuadro que vi me llenó de asombro y a la vez de hila– ridad. . . . La paciente no estaba en cama. ni siquiera acos-

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