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178 BIENVENIDO DJl! ESTELLA sional, donde dejé en construcción un granero para poder guardar el trigo de los pascuenses. 4. o La reducción de la leprosería. En las doscientas cua– dras que ocupaban los leprosos, excesivo terreno para ca– torce leprosos declarados tales oficialmente (aunque hay seis más, dudosos); hice un cercado de doce cuadras, próximo al mar, y ahí quedaron reducidos los leprosos tan resignados y tranquilos, que me llené de asombro al ver la sumisión. De este modo ya pueden los no leprosos llegar hasta las cuevas donde hay abundante agua para sus necesidades, so– bre todo cuando el agua de lluvia escasea en los estanques, como S\lCede ·en los meses de verano. Los trabajos indica– dos los hicieron todos los pascuenses, hombres y mujeres; luego no son tan ociosos, teniendo en cuenta que a la vez trabajan en sus propias plantaciones y siembras. Es de no– tar que para hacer la cerca de la leprosería hallé dificultad para obtener operarios; casi todos se negaban por temor al contagio; por fin se me ofrecieron once de los menos cobar– des; tanto meior, dije para mí, que tengan temor, así habrá menos peligro de que se acerquen a los leprosos durante el trabajo, el cual procuraron hacer bien pronto. He notado que en el fondo de sus almas tienen los pas– cuenses una piedad muy fina y arraigada. En esta materia hace el misionero lo que quiere cqn ellos; y, como consecuen– cia de esta piedad, un gran respeto a la autoridad y sumisión al castigo. . ~¿Cómo te ha ido con el castigo? solía decir al delincuente después que cumplía su pena; ¿muy dura la autoridad? -No tanto, me contestaban casi siempre; y agregaban: Además, yo tengo la culpa, pues me porté mal. El subdele– gado es ht,teno, porque corrige mi mala conducta. Son piadosos y no dejan de ser inteligentes; y, si alguna vez faltan al respeto a la autoridad, es porque han visto sus
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