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176 :SIJilNVJilNIDO DE ESTlllLLA - Porque son muy flojos, no tienen cuidado de ellos, y se les mueren. -¿De modo que no se opone la Sociedad a que los tengan? insistí yo. -Nó, me dice. Mas noté que faltaba franqueza a ese nó. Muy pronto quedó la farsa en descubierto. En la Isla está el colono señor Elgueta, que desde su llegada a ella trata de tener algunos corderos. Su idea era hacerse de un pequeño rebaño para su uso, y al efecto llevó del continente dos o tres corderos. Al llegar yo en este segundo viaje, ya tenía seis cor– deritos, que mostraba con satisfacción. Y aquí el caso. Pocos días después de mi anterior entrevista con el señor administrador de la Sociedad, éste dice al señor Elgueta: -Mire, mejor será que mate sus corderos o los eche al campo, porque la Sociedad no consciente que tengan ani– males. -¡Cómo! exclama extrañado el señor Elgueta, después que tantos sacrificios me ha costado criar los pocos cordero::> que tengo, ahora me viene a obligar a hacer eso .. ! Así quedó la cosa. El señor Elgueta no quería deshacerse de los corderitos, en los que veía un futuro rebaño; pero no pasaron diez días del caso aludido, cuando ya los seis corde– ros del señor Elgueta desaparecieron por completo, y eso que en la Isla no hay lobos. También aquí huelgan los comen– tarios. Si son o nó trabajadores los pascuenses, no hay más que ponerlos en la ocasión; así lo he hecho yo, y he visto que son trabajadores. Lo que les falta es la educación del trabajo, la economía de su esfuerzo y los alicient~ de la actividad. Una tienda donde se hallan las cosas que necesitan o desean, es suficiente para hacerles trabajar; así lo he palpado. Las cosas que llevé a la Isla no se las repartí como era cos– tumbre, sino solamente lo de poco utilidad o cosas viejas:

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