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12 BIENVENIDO DE ESTELLA usaban también para otras cosas, según rezan los cuentos pascuenses. 1 Desde lufgo, con los arbustos indicados, podían fabricar cordel~"s, sogas y maromas proporcionadas y de gran resis– tencia. Y para la elevación de las estatuas y colocación en sus pedestales, les podía haber ocurrido hacer alguna cabría o cosa semejante, pues los palos que sacaban de los famosos toromiros y otros, que eran aún más altos, les proporcio– naban palos de 7 a 12 metros de largo y las estatuas son de 3 a 7 metros no más. En fin, éstas son conjeturas que siem– pre nos dejarán en el misterio. El comandantP. señor Gana, que estudió la isla hacia el año 1870, en su corta estada de ocho días, dice en &us publica– ciones, que el más grande misterio en el asunto de las estatuas pascuenses es, para él, la traslación a las grandes alturas de las cumbres de los cerros donde se hallan. Está en un error el señor Gana, que, a pesar de todo, hizo un digno estudio de la isla; y digo que está en un error, porque no se encuentran estatuas en cumbre alguna y las elevaciones de los cerros no llegan a tanta altura como supone; además, el decHve de los más altos cerros es tan suave que se puede subir a ellos de a caballo y aun de a pie sin fatigarse mucho; como dije antes, en general la isla es plana, aunque muy sinuosa. S1 dicho señor vió muchas estatuas en la elevada falda del volcán Ranorarako, no se fijó o no le enteraron de que ahí es donde las fabricaban, las almacenaban y, por fin, las baja– ban para trasladarlas por el llano al sitio determinado. Para los pascuenses fué lo más fácil la traslación de las enormes estatuas; eran los brujos los que hacían esta traslación; y agregan que, cuando los pescadores de la Langosta-diablo n.o convidaron a los brujos al banquete que hicieron con ella, éstos, enojados y despechados, se vengaron no traslando más estatuas y dejando sin movimiento las que tenían en trasla-
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