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OCBO Ml!lSES ENTRE LOS PASCUENSES 169 tándose a la vez, huye de los tentadores, diciendo: cSi estos chilenos la ponen a una loca; la cabeza tengo ya trastornada». Durante nuestros trabajos moralizadores vi cuatro matri– monios desavénidos, les convidé para que se juntaran y luc– Q;o convinieron en ello. En la revista qu:= hice de casa en casa, observé que en varias vivían dos y hasta tres matrimonios, su– biendo por esta causa el número de 9 a 15 individuos que vi– vían juntos en una covacha (que así se puede llamar una ma– la casita de 3 metros de ancho por 5 de largo a lo sumo). Les advertí que era malo vivir tantos juntos, que debían .;e– pararse los matrimonios .. . -«Y ¿a dónde vamos, padrecito:b? ... me respondían. -«Cieito, agregaba yo; pero haced lo posible para fabrica- ros una casita, siquiera de piedra, hasta que llegue la tabla que el señor Obi'5po mandará luego». Pues, dicho y hecho; a la vuelta de 4 meses, pude contar 6 casitas más, fabricadas con toda clase de materiales. Examiné una y vi qu~ se componía de unos palitos sin labrar de mzro Tahztz (árbol de la Isla). tablitas viejas, tiras de tela de bu– que y pedacitos de zinc. Un o fué más listo que los otros, a pesar de que lo tienen por loco; se llama Paté. -Te Metua (Padre), me dice un día con mucho desplant~. dame cañones para mi casa que estoy haciendo. -Anda, le dije, toma tu mismo los necesarios del sitio don– de los tengo guardados. Fué y se aprovechó de mi licencia, a pesar de la advertencia que le hizo el administrador al ver que no sólo tomaba los ne · cesarios para la canal de su casa, sino para muchas casas más. cE! Padre me ha dado permiso para ello:o, dícele a secas, y el administrador le dej~ libre; y, en lugar de llevarse 5 cañones para su canal, llevó 30. A los 3 días viene otto pidiendo caño– nes, y el administrador me advierte que quedaban pocos- 11

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