BCCAP000000000000136ELEC

168 BJIIJNVENJDO DE ES1'11lLLA misión. Para comprcbar esta realidad del adelanto moral de esas gentes, voy a exponer brevemente un gesto contradicto– rio de un teniente distinguido de la Baquedano. Este señor, al llegar a tierra y observar la seriedad de la gen· te, quedó desagradab 1 E\mente impresionado. · -¿Ha notado usted, Padre, me dice, al hacerme una visita en la misión, ha notado que esta Isla ha perdido sus encantos? Antes h: recibían a uno con aspecto coquetón y nos r ~creaban tanto, en la mi ;ma playa, apenas llegábamos, con sus bailes y c.'IJ.istes; ahora ~on más &ríos y no acuden todos juntos a diver– tirnos. Este mismo teniente marino que, haciéndola justo honor, debo confesar tiene un corazón recto y bondadoso, debió me. ditar mucho durante su excursión en la Baquedano al Japón, pues de vuelta a la I.Jla, le vi mudado de opinión y corregido del modo de pensar sobre el estado moral de los pas~uense.;. - HGde confe~r. Padre, deda, que es de admirar la acciór. civilizadora de loa dérigos. De dos años a esta parte, esta gen– te es gente; la V$> tormal y más recatada. Ah01a saben guardar su honor. Debo advertir que los marinos son tos mejore~ testigos del adelanto CJ.e civilización y moralidad de los pascuenses, supues– to que son los que má.> lo3 han puesto a p1 ueba; y ¿por qué no decirlo? los que han abusado muchas veces del candor y sec– cillez de los naturales de Pascua. Vamo..; a lo práctico y a lo3 hechoa, para comprobar mi.; ::tfir– maciones. Al llegar a tierra unos marinos, vieron a una canaquita que parecía ser de las menos fea<5 y un tanto simpática. -¡Ven con nosotros, le dicen a coro los marinos, obséquianos con tus gracias y bondades! A la vez uno l.! en:>eñaba un lindo pañuelo, otro una hermo– sa corbata, y asf los demá,; ... La canaquita titubea, pier.sa , reflexiona y por fin, haciendo un mohín de desprecio y violen-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz