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[.A DIOHA EN UNA DIDSGRACIA 161 las instrucciones de la Anata, lo ofrecieron a Dios en sacrificio, quemándolo frente a la iglesia. Sobre los peldaños de la puer– ta de la iglesia formaron el altar del sacrificio. Esto se hizo por la mañana y en forma de misa, con cantos sagrados y plá– ticas de la sacerdotisa Anata. Acabado el sacrificio, Anata indicó a Ja gente que !os demás novillos debían comérselos re– partidos entre todcs, hasta los leprosos y de un modo especial a los niños. En Mataveri había un caballero inglés que tenía la misión de estudiar la Isla. Este inglés escribió una ca1ta a Anata, ro– gándole no mandara 1a gente a robar. Anata no le hizo caso. Entonces el caballero inglés trato de hablar a Anata para ver si la convencía; pero la sacerdotisa le arguyó diciendo; -<Dios mandó eso y se tiene que hacer». El caballero insiste y a la vez le dice: «Si Ud. necesita anima– les, yo se los daré comprándolos a la sociedad y pídame lo que necesite». -<Nó, replica la Anata, nosotros debemos tomar esos ani– males por que son nuestros. El Obispo de Tahiti nos ws dió y la compañía nos los quitó... > La carne duró una semana; la gente quería más carne y Ana– ta, que tenía propósito de mandar a la gente a tomar animales cuatro veces, lea dice: cid otra vez al campo y traed ahora corderos>. Mr. Edmuns fué avisado por et jefe de policía, Juan Tepano, y como la primera vez, sale al encuentro de los ladrones y tam– poco los ve, ni sus acompañantes.... estaban al frent~ de ellos, cuando desde la cumbre de un cerrito grita un kanaka, Juan Ruko (el tonto): ¿No los ves Mr. Edmuns? Ahí van, ya te llevan los corderos. Mr. Ed.muns le grita diciendo: «Calla, tonto, no digas reo– reo» ( = mentira). Pero lo cierto es que losladwnes veían a Mr. Edmuns y a su gente: tan cerca estaban, que oían hablar a él y a sus acompañantes. Aseguran los ladrones que al ver
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