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LA DlOHA lllN UNA DESGRACIA 159 rro llamado Poike, se ve a lo lejos venir una embarcación... Son varios los pascuenses que la contemplan; la noticia cun– dió por toda la Isla y todos van al punto de pista. Es una lancha que arriba en la parte acantilada de dicho cerro, la más cercana de la Isla para loa náufragos; aunque impropia para desembarcar, en caso apurado cualquier costa es buena. Son doce, y casi muertos llegaron la mayor parte; los mismos testigos de vista me lo aseguraron. Cumplida está la pro– fecía Los pascuenses le prestaron desde luego los auxilios nece– sarios para sacarlos a tierra: los más enfermos fueron lleva– dos en bote por losmiamos pascuenses a la bahía de Han-nga– roa, donde está la población, los máa animados fueron trasla– dados a caballo. Pero, con este acontecimiento no se remediaron las nec~sidades de los pascuenses, ni se enterneció el administrador de la sociedad, antea, al contrario, se enojó ~n ~ran manera, dicen los pobres kanakas, y criticó duramente su caridad para con los náufragos, porque no le habían avisado. La profetisa Anata más respetada y obedecida por este hecho, expuso al pueblo el resto de su oráculo, reservado para el momento más crítico. Era ell. 0 de Junio de 1914 cuando la profetisa Anata reu– ne a su pueblo por segunda vez y le habla con más solemni– dad que la anterior, diciendo: -«Dios me ha dioho que tenemos que celebrar una gran fiesta dedicada a El. Es un sarcificio que debemos ofrecerle de un animal vacu– no, un novillo; si no lo hacemos, nos vendrán grandes cala– midades». -«Y cómo lo hacemos, arguyer. los pascuenses; no tene– mos vacunos, ni corderos siquiera». Algunos pretendían ha– cer el sacrificio de un caballo o gallina y así salir del compro– miso con Dios.
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